𝐌𝐚𝐤𝐞 𝐲𝐨𝐮𝐫 𝐛𝐞𝐝❜ || 𝐊𝐒𝐌 | 𝐘𝐉𝐈 ||

📜|| 𝐅𝐔̈𝐍𝐅𝐙𝐄𝐇𝐍

Pánico.

Una sola palabra, y esa es pánico. JeongIn entraba en pánico con la más mínima de las acciones, pero en concreto, cualquier actitud que pudiera ser o aparentar ser fría o distante.
Mostrarle indiferencia era por demás la idea más tonta que podías tener, si lo hacías, pasaría callado horas pensando en silencio todas las posibilidades que pudieran haberte hecho enojar, infringiéndose daño emocional a sí mismo, autodenigrándose o clavándose las uñas en la palma de las manos.

Al inicio, todo comenzaba con una exclamación de decepción que se disfrazaba de sorpresa y una mirada gacha, acto seguido existía la posibilidad de que se quedara a tu lado en silencio o te dejara solo al menos hasta sentirse mejor. Lograba entender que en ese momento comenzaba a formular ideas y pensamientos, meditándolos por horas pero a la misma vez, sin realmente pensar. No era del todo consciente de sus propias suposiciones y si intentabas preguntarle jamás te diría que lo habías hecho sentir mal.

Solía utilizar las recaídas como excusa cuando se volvía imposible de ocultar que su mirada se hallaba perdida en el fantasma de su pasado, que le atormentaba de una manera constante e inhumana; el verdadero problema para mí era no saber cuándo intervenir.

Hay algo llamado ataques de pánico, estos suelen manifestarse repentinamente reflejados en forma física. En su casa, era común verlo perderse en un punto fijo y a los segundos sus manos comenzaban a temblar más de lo ya era normal en él; para una persona es normal sentirse aterrada ante la sensación del peligro, o ante el estímulo del miedo, al mirar una película de terror o encontrarse en una situación que pone en riesgo nuestra integridad la reacción que suele presentarse es temblar, congelarse o incluso querer llorar, querer huir. Pero había algo en la mente de Innie que no le permitía diferenciar el peligro del mundo real al peligro psicológico que generaba su mundo interno.

La diferencia entre lo que quiero decir sobre el peligro del mundo real radica principalmente en el factor conocido como sociedad; cosas que eran posibles que pusieran su salud física e integridad en riesgo, como lo era la posibilidad de sufrir un accidente. Por el otro lado, el peligro psicológicamente generado afectaba su salud emocional y en consecuencia, su estado mental; este aparecía gracias a las experiencias que guardaba en su memoria y que lo habían dejado marcado de alguna manera traumática. Y no, nada de eso era tonto.

Cada persona es un mundo, y mi lindo mundo tendía a permitirle a esa ansiedad que lo consumiera hasta inducirlo en el pánico; el primer síntoma era la mirada perdida, la precedían los temblores y en cuestión de casi nada comenzaba a ser difícil para él obtener el oxígeno que sus pulmones necesitaban. Continuaban las náuseas, el llanto y el constante "me voy a morir" que salía con dificultad de su interrumpida habla.

Tardé un poco en percatarme que la escena se repetía episódicamente cada cierto tiempo, y en situaciones que se podían clasificar como especiales, pues guardaban cada una parentezco con las demás. Fue una larga lucha debatiendo si era prudente preguntarle cómo se sentía ante aquello, pero ¿en verdad planeaba quedarme de brazos cruzados mientras él sufría su propio infierno? Me dije a mí mismo que debía ser valiente, por ambos, y me decidí a realizar una de las preguntas cuya respuesta me haría eco en lo más recóndito del subconsciente por el resto de mi existencia.

— Cariño, ¿crees que podemos hablar un momento? – pregunté en un tono suave mostrándole una sonrisa.

— Ah, ¡claro! Supongo – me respondió sonriendo dulcemente mientras bajaba su tono de voz por cada letra.

Noté como sus ojos a partir de ese momento siguieron en detalle cada uno de los movimientos que realicé tras la pregunta, me acerqué a tomar sus manos, acariciando el dorso para mantenerlo en calma. No tenía la fortaleza de mirarlo a los ojos, así que mantuve la mirada en sus nudillos mientras él se perdía en la pared trasera.