INDONESIA

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La primera misión de ataque de un novato. 

Antes de eso, el joven agente Brock Rumlow apenas se había unido a los escuadrones de Hydra como elemento de reconocimiento y vigía; lo más bajo de la pirámide, pero hoy por primera vez aquello había cambiado. Como era de esperarse, Rumlow había comenzado aquella jornada con más entusiasmo que cerebro y al final del día, estaba cubierto de sangre. 

—¡Retirada, imbéciles! —Rugió el comandante Kraus, quien rara vez hacía más que gritar órdenes, pero esta vez, metralleta en mano, luchaba por su vida como todos los demás. 

Aparentemente, uno de los objetivos —Un ex-agente de SHIELD con información privilegiada sobre el proyecto Yellow Jacket— estaba mejor armado de lo que Hydra creía. Pronto, más de la mitad del escuadrón de tácticas especiales estaba muerto y Brock tenía que pensar rápido, si no quería morir en aquella carretera rodeada por arrozales y selvas al igual que sus compañeros.

Todo había comenzado apenas hacía unos minutos, cuando el objetivo, —un tal coronel  Hartmann y segundo al mando de Hank Pym— los descubrió desde su convoy militar, ordenó algo a la mujer que lo acompañaba y sin siquiera mediar un disparo, cuatro agentes de Hydra habían sido abatidos y yacían en el fango con extraños orificios en el cráneo. 

Brock siempre había tenido instinto para la malas situaciones  y supo de inmediato que no podía ganar, no contra eso que los estaba atacando. Si le hubieran preguntado, él hubiera jurado que la mujer que viajaba con Hartmann era la propia esposa de Pym, enfundada en un extraño traje metálico, sin embargo, literalmente había desaparecido ante sus ojos un segundo antes de que la ofensiva comenzara.

No hubo tiempo para más y corrió hasta guarecerse detrás de un enorme árbol. Otros dos agentes lo siguieron e hicieron lo mismo. El objetivo estaba escapando a una velocidad vertiginosa por la carretera e instantes después, casi todos estaban muertos. Aquello había sido un rotundo fracaso.

Rumlow pensó que al menos podrían contraatacar en cuanto todo pasara y miró al otro soldado que le observaba desde uno de los árboles cercanos. El sujeto, ¿Nakamura?, ¿Tanaka? asintió antes de asomarse un poco a un lado del tronco, sólo para caer muerto un segundo después, con un fino hilo de sangre corriendo por su sien. ¿Qué mierdas estaba pasando? Al igual que antes, Brock no había escuchado ningún disparo, pero supo que él sería el siguiente. Respiró hondo y tomó su arma, preparado para presentar al menos alguna pelea antes de morir.

De repente, el ligero sonido de un siseo rasgó el aire  junto a su oreja izquierda y al mismo tiempo, escuchó una detonación hábilmente amortiguada... Aquello indudablemente había sido el disparo de un francotirador. Brock pensó tan rápido como pudo y llegó a la conclusión de que un diminuto proyectil había pasado muy cerca de él, sin que pudiera verlo, pero fue repelido en el aire por una certera bala.

El chico aún seguía tratando de asimilar lo ocurrido, cuando aquel disparo fue seguido por el inequívoco golpe de un vehículo contra uno de los árboles de la carretera. Se trataba del convoy de Hartmann, que acababa de perder el control y ahora se incendiaba a lo lejos. Brock podría apostar que el objetivo y su chofer habían muerto de inmediato, pero esperó un poco más, convencido de que el peligro aún no había pasado, hasta que desde detrás de él, Kraus apareció, más malhumorado que de costumbre. 

—Desgraciado. Tardó demasiado en actuar. Hoy le azotaré. —Masculló por lo bajo el comandante, con aquel pesado acento bávaro.

—¿Señor? —Rumlow se atrevió a preguntar.

—No creías que veníamos sin un plan, ¿O sí, idiota? Nuestra mejor arma sólo podía actuar si La Avispa salía a picarnos un poco. Deshazte de los cadáveres y reúne a los sobrevivientes. Volvemos a la Base.

—Sí, señor.

Kraus avanzó algunos cientos de metros hasta casi perderse en la arboleda, donde una grácil silueta ya le esperaba. 

Mientras el comandante le ladraba nuevas órdenes al desconocido, el agente Rumlow aguzó la vista para captar todos los detalles que pudiera, pero la penumbra de la vegetación obstaculizaba su vista. A juzgar por su porte, parecía un hombre unos años mayor que el propio Brock. Su largo cabello oscuro ondeaba a los lados de un rostro completamente embozado y su figura aparecía constreñida en un traje negro. Sin duda, aquel sujeto era quien le había salvado la vida.

—¿Quién eres? —Musitó el joven en un tono tan bajo que apenas pudo escucharse a sí mismo.

Antes de desaparecer entre la copa de los árboles, saltando como un prodigioso felino, el agente Brock Rumlow hubiera jurado que aquella figura había mirado fijamente en su dirección. En ese momento, supo que su vida estaba por cambiar para siempre.

CÓDIGO HYDRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora