LAOS

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Era la tercera misión del agente Rumlow en aquel nuevo equipo cuando recibió la orden de llevar a aseo básico al Soldado, junto al río donde acampaban. Como el novato más dispensable, realmente no importaba mucho si el Activo le arrancaba la cabeza, así que el comandante Kraus ni siquiera se tomó la molestia de asignarle un elemento de respaldo. 

Después de recibir la orden, llamó al Soldado; caminaron un par de minutos en silencio y después de escanear la zona, Brock entró a un arroyuelo poco profundo, descalzo y con los pantalones doblados hasta las rodillas. En medio de aquel calor sofocante, hacerlo fue un enorme alivio.

Con sencillez, indicó al chico que tomara asiento sobre un pequeño terraplén y le solicitó que estirara las piernas. El otro obedeció de modo tan automático que aquello produjo un suspiro de incomodidad del agente. Desde que lo conoció, hacía casi un año le había quedado claro que la lealtad del chico era absoluta, pero cada vez más a menudo, Brock se preguntaba si debajo de esa rígida fachada habría algo más.

Prestando escrupulosa atención a los detalles, Rumlow se arrodilló ante el Soldado y tomó uno de sus tobillos entre sus manos. Comenzó a desatar la agujeta. No pudo evitar sonreír con autodesprecio al recordar aquel cuento infantil de Cenicienta; por un instante pensó en cómo toda la idea apestaba. "Cualquier idiota puede ponerse un maldito zapato, pero lo importante es la persona dentro de él, Brocchio", le había dicho su abuela, décadas atrás al contarle aquella historia. En efecto, millones de hombres podrían calzar aquellas botas militares estándar, pero el Activo era único. Hacía algunas horas, aquel joven de aspecto triste había destrozado un tanque de un puñetazo y saltó desde un edificio de tres pisos como si bajara la maldita acera, mientras él y su equipo luchaban por sus vidas. Había sido un deleite verlo en acción.

—¿Por favor, podrías ayudarme con la otra? —Se escuchó decir a sí mismo. Era algo completamente atípico que los agentes interactuaran con el Activo, pero Brock ni siquiera lo pensó antes de preguntar.

Sin mediar palabras, el Soldado asintió y se inclinó grácilmente hacia adelante. Su cabello grasoso cayó sobre su rostro mientras aflojaba el tejido del cordón sobre su espinilla.

—Gracias. —Brock lo miró, maravillado. Por un instante deseó tener a la mano un poco de shampoo para lavar aquellas hebras del color del chocolate.

Cuando el chico le entregó la bota, el agente Rumlow no pudo contener más su curiosidad. —¿Tienes un nombre? —Preguntó, sonriendo, aún a sabiendas de que se estaba jugando el cuello.

Después de una larga pausa, en la que el Activo parecía buscar en vano en su propio cerebro, negó suavemente con la cabeza. Parecía tan infeliz.

—Lo entiendo... —No te preocupes. Es sólo que sería lindo si pudieras tener uno. —Continuó, tratando de llevar la charla a un punto más agradable. —"Hola, Soldado del Invierno"... Sólo escúchanos. Sonamos como unos grandísimos idiotas y ni siquiera lo disimulamos. "¡Proyecto Winter Soldier!", "Traigan al Soldado del Invierno y denle unos témpanos de hielo y un bote de escarcha para comer", ¿Quién usa un nombre tan largo?. —Brock imitó la gorgoteante voz de Kraus mientras retiraba con un cepillo el fango y la sangre de las botas. Al hacerlo, sólo logró un gesto meditativo del chico. Dío! En realidad lo estaba considerando —¿Te molesta si lo abreviamos un poco mientras te esté atendiendo?

El Soldado negó con un ademán apenas perceptible.

—De acuerdo. ¿Entonces qué te parece si te digo Soldier? —Brock probó y sacudió inmediatamente la cabeza. —...No. Eso suena aún peor y no te hace justicia. ¿Tal vez, Zyma? Es ruso como tú. —Una ráfaga de terribles recuerdos azotó al muchacho cuando escuchó aquello. Años después los compartiría con Brock, pero no en esa ocasión. Frunció un poco el ceño. —No. Está bien, queda claro que no te agrada. Nada de ruso entonces...

Los agentes solían hablarse usando sus apellidos. "Jones", "Campos", "McNemar", "Takeuchi" y "Callaghan". Al final del día este chico era uno de ellos y merecía un apellido también, pero no sería algo estúpido como "Rollins" o "Brown". Rumlow reflexionó un momento y de la nada, la palabra perfecta brotó de sus labios.

"Winter"

El joven levantó aquellos lindos ojos grises, como si le hubiera hablado directamente a él. Por un momento, Brock notó un chispazo de reconocimiento... Casi un pedacito de magia.

—¿Puedo llamarte Winter?

El chico pareció ponderar todas sus instrucciones y, al no encontrar un motivo lo bastante bueno en contra, asintió, con firmeza.

—Sí, Agente Ramlou.

En opinión de Brock, no había duda. Los mosquitos estaban devorándolo, estaba agotado y tenía un enorme desgarre muscular en un brazo, pero en ese instante supo que aquella misión había sido un éxito.

CÓDIGO HYDRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora