Una misión simple para un agente de segunda. El joven Brock Rumlow se infiltraría en aquella reunión en uno de los castillos más exclusivos de Sibiu y lograría que Dimitri Dragulescu, miembro de la mafia rumana lo acompañara en silencio, para extraerlo y ponerlo a la disposición del equipo de interrogación de Hydra. A decir de los informes de los que disponía, aquello sería una tarea fácil, pues Dragulescu tenía afición por los chicos morenos con linda sonrisa. Kraus lo comisionó inmediatamente.
Brock podía lograrlo si estaba a una distancia adecuada para apuntarle con un arma al sujeto sin que nadie más lo viera. Se había acercado a Dragulescu, con la idea de amenazarlo y extraerlo, pero todo cambió cuando de la nada, el sujeto lo encaró, con un tono firme y un dispositivo de alarma en la mano.
—Cine sunteti?
—... Eu... —Oh, no. ¿Cómo pudo ser tan tonto? Estaba claro que en aquella reunión iba a encontrar mafiosos rumanos hablando en rumano. A sus veintitrés años, Brock dominaba cuatro idiomas, pero ninguno de ellos, salvo su natal italiano se parecía siquiera a esto. Sintió un terrible peso descender por la boca de su estómago, mientras veía cómo su plan se venía abajo estrepitosamente en cuestión de segundos.
Brock dio la vuelta al anillo en su dedo medio, que contenía una diminuta, pero efectiva aguja impregnada en ricina. Sabía que aquel veneno podía imitar los efectos de un infarto, pero de cualquier forma, la misión estaría arruinada si Dragulescu no llegaba al punto de extracción en la terraza. Perderían la información y en el mejor de los casos, pasaría el resto de su carrera como soldado raso. Ni hablar. Mejor que muerto. Llevó su mano al brazo del sujeto, listo para atacar, cuando escuchó una voz profunda y suave a su izquierda. Había sido tan sutil que ni siquiera lo escuchó llegar.
—Buna seara, Domnul Dragulescu.
—Pot să va ajut cu ceva, băiat frumos?
Brock sintió que su mandíbula caía un poco al mirarle. El Soldado del Invierno en persona estaba a su lado y no era el chico asustado al que había conocido hacía tres misiones ni la máquina asesina que disparaba sin miramientos, sino una belleza, vestida como un joven heredero de la alta sociedad de Bucarest. Lucía un traje gris pálido que acentuaba el delicado color de sus ojos y su cabello estaba recogido pulcramente en una media coleta. Su rumano era perfecto y aquel gesto serio y a la vez, decididamente encantador enervó a Brock.
No muchos agentes lo habían notado, pero el chico no sólo era el asesino más legendario de Hydra. Era un espía brillante. Políglota, con una mente ágil y dueño de las mejores dotes histriónicas que cualquiera podría desear. Era deliciosamente capaz de infiltrarse en cualquier lugar por derecho propio. Ni siquiera necesitó sonreírle al sujeto para que algunos segundos después, Dragulescu hubiera olvidado completamente a un Rumlow, novato y avergonzado, quien miraba con una sensación imposible de definir cómo el Soldado se alejaba, tomado del brazo del mandatario, rumbo a la terraza. Casi pudo intuir a sus espaldas que el Soldado le dedicaba finalmente una sonrisa, perfectamente actuada a aquel hombre, quien tenía los minutos contados.
Seis días después, tras una aburrida cita, Brock había llevado a un hotel a una de las asistentes del departamento de informática de SHIELD; nada nuevo en aquel plan que se volvía cada vez más común. Enlistó mentalmente los pasos: 1. Elegir a su presa, de entre un grupo de analistas con acceso a información de nivel medio, que cuchicheaban bobamente sobre el fantástico trasero de Brock. 2. Fingir interés un par de horas. 3. Llevar a la analista a cenar y averiguar su fecha de nacimiento, los nombres de sus mascotas y sus pasatiempos; a partir de allí simplemente era pan comido conseguir todo tipo de contraseñas personales.
Mientras embestía sin cesar a la chica contra el colchón, cayó en la cuenta de algo extraño. Ni siquiera lo había notado, pero ¿Martha?, ¿Myra?, ¿Myrtle?... o como se llamara, realmente tenía algo que le desagradaba. Sin duda era linda. Enormes ojos azules —demasiado juntos para su gusto—, una larga cabellera marrón y un trasero firme y suave, que él golpeaba en ese momento contra su propio abdomen bajo. Sin motivo, se dio cuenta de que los agudos quejidos de la chica no le eran atractivos en lo absoluto. Por el contrario, cada vez le disgustaban más y más. Pensó que era como escuchar un gato en celo a centímetros de su oreja. Desde un inicio, su actitud le había parecido tan sosa como su rostro y por un instante, Brock estuvo seguro de que no podría continuar.
Sin que lo hubiera planeado, Rumlow se dio cuenta de que inconscientemente había cubierto la boca de la mujer con una de sus manos y ahora se balanceaba cada vez más profundo, con los ojos cerrados y el rostro hundido entre el cabello marrón de la analista. Entre aquel silencio, solo interrumpido por el sonido de sus cuerpos al chocar, imaginó otra voz... otros ojos... otro cuerpo.
Lo imaginó, con aquella voz de terciopelo y una parte de él se preguntó cómo se escucharía durante el sexo. Sus pensamientos ni siquiera fueron interrumpidos por los escandalosos gritos de ¿Marie? ¿Myrna?, quien bien hubiera podido desmontar la cabecera de aquella cama mientras llegaba a un abrumador orgasmo. Brock lo recordó, tomado del brazo de otro hombre, y siguió embistiendo. Lo imaginó sonriéndole a aquel tipo antes de acabar con él... Pensó que jamás había visto sonreír al Soldado. Imaginó la suave curva de aquellos ojos al reír y el hoyuelo de su barbilla destacando como una pequeña joya ante los ojos de otro hombre. Quizás Dragulescu no pudo evitarlo. Antes de caer muerto, seguramente extendió su mano y tocó aquel rostro tibio. Y entonces Brock se llenó de aquella sensación de rabia ciega. Empujó más y más durante un tiempo indefinido, mientras imaginaba a aquel pobre diablo morir, tras haber tenido algo que él mismo jamás lograría.
Lo odiaba, casi tanto como se odiaba a si mismo por ser tan cobarde... por ser un estúpido novato que necesitaba ser rescatado por el Soldado del Invierno en persona. Lo odiaba por tener, aún por un instante, algo tan bello y tan inalcanzable... Tan, tan bello.
Cuando volvió en sí, ¿Maggy?, ¿Maisie? yacía agotada debajo de él, después de un segundo orgasmo que Brock apenas advirtió. Su manos aún se aferraban convulsamente a la boca de la chica y ni siquiera registró las frases huecas de elogio que le dedicaba con aquella voz chillona.
Brock Rumlow se puso de pie y caminó hacia el baño. Se miró en el espejo del tocador y suspiró al darse cuenta. —Oh, Dio...! —Musitó y cerró lentamente los ojos al confirmar que estaba en un grave problema. No por haber fantaseado con el Soldado del Invierno durante un momento de frívola debilidad, cuando a nadie le importaba, sino porque justo ahora, al pensar en la habitación a sus espaldas, no tenía más necesidad que volver al lecho y enloquecer de deseo, no a aquella mujer anónima sino a aquel chico de dulces ojos grises.
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CÓDIGO HYDRA
Fanfiction¿Cómo pudo ocurrir? El Implacable comandante Brock Rumlow no se enamoró del Soldado del Invierno de la noche a la mañana. Esta es su historia. Segundo Spin-Off de la trilogía "97 Minutos"