FINLANDIA

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Nuevo jefe. Nuevas reglas.

Después de la promoción del bastardo de Kraus, el comandante del equipo de operaciones tácticas de Hydra había cambiado drásticamente, pero si una sabandija como Brock Rumlow era buena en algo, era en adaptarse al cambio.

Sergei Kravinoff había formado parte de Hydra desde hacía mucho, pero aquel monstruo solía seguir su propia agenda. Extraido de la rama soviética de la organización, ese espeluznante sujeto era conocido por todos como Kraven El Cazador y no temía ensuciarse las manos. A diferencia de Kraus, bajo y de escaso cabello marrón, Kraven era un sujeto enorme y de espaldas anchas que iba por la vida con masivas prendas de pieles y colmillos. Su pesado acento y sus ojos verdes eran intimidantes, pero no era eso, sino su fama como un hombre inhumanamente fuerte y despiadado lo que siempre le había precedido.

Y no no había llegado sólo. A petición de Kravinoff, algunos elementos se integraron desde los escuadrones de reconocimiento de Hydra. Los carniceros, como coloquialmente se les nombraba. Con una tasa de sobrevivencia del 20% por misión, durar más de un año en aquel agrupamiento equivalía a ser un auténtico desgraciado, incluso para el estándar de Hydra.

El último en ser transferido había sido Jack Rollins, un sujeto casi de la misma edad de Brock, que aparentemente fue un Marine condecorado en sus primeros años, pero eventualmente terminó vendiendo su alma a la corporación. Aquello daba igual; tenía estadísticas impresionantes en todos los rubros de combate y estrategia, pero lo que más llamó la atención de Brock fue el aspecto del hombre.

Pocas veces había visto humanos no mejorados tan altos como Rollins, quien era 120 kilos de músculo y fuerza letal, listos para atacar a la menor provocación, los ojos del color del cemento más inexpresivos que hubiera visto y una enorme cicatriz que recorría su rostro desde la barbilla hasta un costado de la frente, dándole un aire todavía más feroz. Aparentemente era un bastardo sin sentimientos que probablemente sería seleccionado para infiltrarse junto con el propio Rumlow y otros agentes de élite en SHIELD al final del año. Eso le agradaba.

Ahora, el comando llevaba cuatro horas atascado en aquel helado hangar, cerca de Nuorgam aguardando instrucciones de Kraven, quien acababa de ser requerido en una de las bases rusas cercanas. La misión estaba por efectuarse y ninguno había pensado que una tormenta de nieve fuera a retrasarla. Aquello sería mortalmente aburrido para la mayoría de los hombres, pero Brock apenas podía creer su buena fortuna. Un par de horas atrás el flamante agente del equipo de operaciones especiales de Hydra hubiera jurado que vio aquel brillo de reconocimiento en la mirada de Winter. Hubiera amado acercarse y charlar con él un momento, pero no podía arriesgarse.

—Podemos entretenernos un rato mientras esperamos. ¿Qué les parece si jugamos un poco con la ramera oficial de Hydra? —La risa nasal de Schwarzmann resonó en el hangar. Aquella actitud torpe seguramente lograría que ese novato muriese en un mes. Ojalá fuese menos.

—¿A quién te refieres? —La voz de Brock apenas mostró una diminuta inflexión, que por dentro no era sino odio absoluto.

—A esa puta. He oído que todos los altos oficiales lo follan antes de mandarlo al congelador para celebrar las victorias de Hydra. Kraven no está y no creo que ustedes tengan objeción.

¿En qué momento aquella noción había comenzado a resultarle insoportable? —Winter era un compañero de comando y para entonces, era obvio que le resultaba muy atractivo, pero nunca se hubiera imaginado molesto ante la idea de que otros hombres se acostaran con él. Pensó en una estrategia para disuadir al idiota de Schwarzmann, sin delatar su interés en el camino.

—Pues esa puta ha ejecutado más misiones de rango seis que todos nosotros juntos. Aléjate de El Soldado —Fue la voz seca de Rollins la que dio por zanjado el asunto, desde una esquina de aquel lugar. Ni siquiera tuvo que amenazar a nadie. Su presencia era tan aterradora que Rumlow permaneció en silencio, mirándolo con un asombro bien oculto.

De la nada, los fríos ojos de Rollins le miraron directamente. Era casi como si aquel sujeto lo hubiera leído desde que cruzó su mirada con la de Winter y de algún modo, él supiera algo. Precisamente por eso, Brock no podía darse el lujo de lucir estúpido o débil, así que lo encaró con un desinterés ensayado.

—Tranquilo, Aussie. Aquí usamos nuestras armas como es debido. —Habían bastado escasos segundos para que Brock identificara su bien escondido acento australiano y diera por terminado aquel conflicto, con una risa generalizada de todos en el comando. Rollins gruñó en aprobación.

Dos días después, cuando el idiota de Schwarzmann tropezó contra una hélice del helicóptero de Hydra y se hizo pedazos, ni siquiera el agudo Jack Rollins pensó siquiera en que Brock fuera el culpable.

CÓDIGO HYDRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora