Capítulo 11

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A la mañana siguiente y luego de una tercera sesión de apareamiento, Leo y Ravi desayunaban tranquilamente junto al resto de la manada mientras planeaban su día

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A la mañana siguiente y luego de una tercera sesión de apareamiento, Leo y Ravi desayunaban tranquilamente junto al resto de la manada mientras planeaban su día.

—Yo recomendaría que compraras una doble ración de chocolate para leche, se ve que a tu pareja le gusta especialmente —estaba diciendo Ken divertido, mientras tendía a Leo su segunda taza de dicha bebida.

—De acuerdo, compraremos mucho chocolate —aceptó Ravi, lo que agrandó aún más la sonrisa del pelinegro.

Una vez que terminaron de desayunar, Ravi comenzó a guardar algunas cosas en una pequeña mochila de una sola correa, más parecido a una cangurera, Leo la miró con curiosidad.

—Cruzaremos el bosque con nuestros lobos, así será fácil pasar por las zonas más espesas. Una vez que lleguemos cerca de la cabaña, volveremos a tomar nuestra forma humana y utilizaremos la camioneta que está ahí. Esta mochila es bastante útil pues aún al momento de convertirte en lobo se mantiene, así que podemos transportar en ella lo esencial.

Leo asintió, tomó la mochila para girarla y poder verla en todas direcciones.

—No te preocupes, yo lo llevaré. Tú solo tienes que permanecer a mi lado y verte bonito.

Leo ladeó la cabeza, algo confundido por aquella afirmación.

—Sí, justamente así de bonito —dijo Ravi divertido, acercándose para robarle un beso.

Solo una hora después ambos salieron desnudos de la casa, solo Ravi tenía la mochila colgada alrededor de su hombro, cuando tomaron su forma de lobos ésta quedó justo sobre el lomo blanco, de manera que no limitaba sus movimientos.

El lobo negro correteó un poco alrededor, dando vueltas emocionado alrededor de Ravi antes de lanzarse contra él, jugando a intentar derribarlo.

Jugaron así un rato más, durante el cual Ravi pudo darse cuenta de la verdadera naturaleza lobuna de Leo, en verdad tenía muy bien dominado a su lobo, cosa que podía llegar a olvidarse al ver su tierno control de su forma humana.

Poco después de eso Ravi comenzó a correr, adentrándose en el bosque. Leo corría justo a su lado, en ningún momento tuvo necesidad de disminuir el ritmo o esperarlo, aunque era claro que él iba por delante, guiado por el olor y por la memoria.

Tardaron poco más de cuarenta minutos antes de que la espesura a su alrededor fuera menguando. Bajaron el ritmo entonces para ir recuperando el aliento, aunque ninguno estaba más que un poco agitado. Cuando llegaron a la cabaña de madera estaban relajados.

Entraron por una pequeña ventana abierta en la parte del sótano, por algunos momentos el lobo de Leo se quejó por entrar a un lugar humano a todas luces encerrado, sin embargo en cuanto Ravi entró lo siguió sin dudar.

Una vez juntos tomaron sus formas humanas, Ravi tenía algunas ropas ahí guardadas y le prestó otras a Leo para que ambos pudieran vestirse y salir, esta vez por la puerta principal. Afortunadamente el contenedor de gasolina seguía lleno en su lugar, y solo les tomó un par de intentos conseguir que la camioneta encendiera.

Aunque el lobo de Leo estaba bastante renuente por acercarse a aquel artefacto humano grande y ruidoso, tanto sus recuerdos humanos como la confianza en Ravi lo instaron a subirse a su lado. El peliblanco puso alrededor de su cuerpo una cinta de tela que, según sus palabras, le serviría de seguridad.

El vehículo comenzó a avanzar con algo de ruido, Ravi colocaba su mano sobre el brazo o la pierna de Leo cada cierto tiempo para tranquilizarlo. Las carreteras eran poco transitadas pues el pueblo era pequeño y alejado de las grandes vías del país, por lo que se cruzaron con solo un par de coches antes de llegar a la tienda principal del pueblo.

—¿Estás listo? —preguntó Ravi con suavidad luego de apagar el motor.

Leo parecía bastante nervioso, se había puesto un largo suéter negro y no dejaba de jugar con los puños de él, cubriendo casi sus manos.

—Sí, pero no me dejes, —pidió con la voz muy bajita.

—Jamás, sólo no te separes de mí ¿de acuerdo? Pase lo que pase no eches a correr y no dejes que tu lobo se muestre.

Luego de que Leo asintió salieron del vehículo hacia la tienda. No bien entraron el pelinegro se colocó un poco detrás de Ravi y se sujetó a la parte de abajo de su chamarra, lugar del que no se soltó en ningún momento.

Ravi sonrió, saludó a la señora que desde hacía años atendía la tienda. Luego de tomar una bolsa comenzó a guardar los diferentes víveres que necesitaban, durante todo el tiempo Leo permanecía sujeto a su espalda con la mirada baja. Las pocas veces que levantó sus ojos y que estos se cruzaron con los de la dependiente, Leo se sonrojó y se ocultó un poco detrás de Ravi, quien apenas se dio cuenta de eso.

En efecto tomó un par extra de barras de chocolate para poder prepararlas con leche.

—Creo que esto es todo, hemos terminado. En verdad debemos agradecer al antiguo trabajo de Ken por poder comprar tantas cosas ahora.

Leo no terminó de comprender a lo que se refería, así que solo asintió y siguió a Ravi para pagar.

—Joven Wonsik, que placer volver a verle, —saludó la anciana, a lo que Ravi le contestó con un guiño—. Y me alegra ver que esta vez vienes bien acompañado, te he dicho antes que la soledad de la montaña es peligrosa.

—Muchas gracias señora Jung, en efecto esta es mi nueva pareja, se llama Leo.

Sin dejar de contar y anotar, la señora levantó la vista hacia el pelinegro, pero él apenas se asomó por sobre el hombro del peliblanco. La dependiente sonrió con ternura y por un momento dejó su labor para meter la mano en un pequeño frasco lleno de dulces, tomó un par y los extendió hacia la pareja.

—Es un placer conocerte, Leo.

—Anda Leo, tómalos, —dijo Ravi.

Por algunos momentos Leo dudó, luego estiró con cierta lentitud el brazo, en cuanto tomó los dulces volvió a colocarse detrás de Ravi, aunque murmuró un bajo "gracias".

La señora imitó la sonrisa del peliblanco antes de volver a trabajar, luego de varios minutos todo estuvo empaquetado y pagado, con lo que la pareja pudo salir con las bolsas en sus manos. No fue hasta que la camioneta arrancó y volvieron a estar en camino de regreso que Leo pareció relajarse un poco más.

—Eso ha ido bien, lo has hecho muy bien. ¿Cómo te sientes?

Para ese momento el pelinegro acababa de poner en su boca uno de los dulces regalados, así que solo asintió con una mueca más feliz.

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En definitiva, este ha sido el Leo más tierno que he creado, lo amo ¿ustedes no?

De naturaleza Salvaje (WonTaek)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora