Capítulo 1

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Florida, mayo de 2018.

No había dormido mucho; siempre le sucedía antes de viajar. Las emociones se agolpaban, los miedos de estar lejos de casa por tantos meses le causaban una gran ansiedad, pero intentaba pensar en lo más importante: las oportunidades que aquel trabajo le brindaría. Abrió la maleta para colocar sus últimas pertenencias, entre ellas una fotografía de ella con sus padres. Echó una ojeada a la instantánea: la sonrisa de su padre evidenciaba orgullo, y su madre tenía el rostro enrojecido por las lágrimas; la foto se había tomado el día de su graduación de la carrera de Medicina, dos años antes. La vida había cambiado mucho después de eso: su padre había muerto, y dejar a su madre sola por otros cuatro meses no era asunto sencillo.

—¿Anne? —escuchó decir a los lejos.

La aludida se apresuró a dejar el retrato y a enjugarse las lágrimas; no quería que su mamá la viera llorar.

—Buenos días, cariño —saludó Corine, cuando llegó al umbral de la puerta.

La habitación de Anne conservaba ese espíritu de la joven adolescente, pues la chica no había cambiado mucho de ella luego de regresar de la Universidad.

—Buenos días, mamá. Huele delicioso, ¿has preparado el desayuno?

Corine se acercó con una sonrisa en los labios. Era una mujer de unos cincuenta años, de cabello rubio, ojos café y de mediana estatura. Una vez junto a Anne, le dio un beso en la frente y un abrazo.

—Te echaré de menos —suspiró—, para mí basta con un café o una tostada como todo desayuno. En cambio, cuando estás en casa, siento verdadero placer por cocinar, y la comida me sabe diferente.

—Serán solo unos meses —Anne le devolvió el beso, rodeándola con sus brazos—. Te prometo que será el último contrato.

—Sé que es una buena oportunidad para conocer el mundo, pero me gustaría mucho que regresaras y te decidieras a hacer la especialidad. Tu sueño siempre ha sido ser pediatra, hija; aún estás a tiempo…

Anne asintió. Su padre fue un gran médico pediatra, su madre era una excelente enfermera de neonatología. Ella quiso seguir sus pasos en el mundo de la salud por vocación, pero cuando su padre murió, necesitó hacer una pausa pues el ritmo de un médico residente era demasiado intenso. Además, se cuestionó muchas cosas a partir de ese trágico suceso, como la manera en la que invertimos el tiempo en superarnos y al mismo tiempo dejamos de vivir… Ella quería viajar, ver el mundo, y su actual puesto le estaba proporcionando justo eso.

—Te prometo que no renunciaré a mis sueños, mamá. En el barco ahorro mucho dinero, y cuando regrese de mis aventuras me sentiré capaz de enfrentar los estudios de nuevo.

—Confío en ti —respondió Corine con otra sonrisa—. Ahora bajemos a desayunar antes que se enfríen los huevos y el tocino.

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