Capítulo 9

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Anne se miró al espejo: no podía negar que el disfraz estaba bonito: una blusa blanca, ceñida con un corpiño negro, y una falda de colores; un pañuelo azul de lunares recogía parte de su abundante cabello negro.

—¡Estás hermosa! —le dijo Wendy, quien recién había entrado a la habitación.

—Gracias por el impulso, amiga. Por cierto, debes darte prisa, ya debemos estar en cubierta…

El rostro de Wendy se ensombreció:

—No voy a poder acompañarte, Anne —se excusó—. Lucy, quien hacía de Minnie en el espectáculo de esta noche, está con un fuerte resfriado, y me han pedido que la sustituya.

—¡Oh! —exclamó—. Entonces prefiero quedarme aquí…

—¡Nada de eso! —la reprendió—. Debes salir y pasarla bien. Además, tiene la obligación moral de decirme que tal lo hice. ¡Muero de nervios, pues no he ensayado casi nada!

—Lo harás excelente, como siempre —le aseguró ella con una sonrisa para infundirle ánimos.

—¡Gracias, Anne! Nos veremos más tarde en la cubierta. ¡No dejes de ir!

Una promesa era una promesa, así que Anne decidió salir de su camarote en dirección a la cubierta 9 donde se celebraría la fiesta pirata. Ya había anochecido, las luces y la animación eran grandes, así como la cantidad de personas que se habían dado cita allí.

Anne dio algunas vueltas por el lugar: estaban reproduciendo videos musicales en las grandes pantallas, esperando a que el show de la noche comenzara. Estaba algo distraída, cuando vio que una niña estaba llorando en una esquina. No lo dudó y se acercó a ella de inmediato. No podía entender por qué tantos adultos pasaban frente a ella y no le hacían ni el menor de los casos.

—Hola, cariño, soy doctora del barco y estoy para ayudarte. ¿Qué te sucede?

La pequeña retiró sus manos de los párpados cerrados, y la miró por primera vez. Tenía unos hermosos ojos azules.

—Hola… —le dijo con timidez—. Me he perdido…

—¿Con quién estabas?

—Con mis padres —afirmó—. Creí que había visto a una amiga y corrí tras ella, pero me confundí, no era ella.

—Te comprendo, con estos disfraces uno se confunde mucho —le respondió Anne comprensiva—. ¿Recuerdas dónde estaban tus padres?

—No sé bien, creo que cerca de una puerta, porque estábamos esperando a mi hermano, pero no sé regresar… —dijo sollozando.

—No pasa nada, dame tu mano y vayamos a buscar a tus padres, ¿quieres?

Annabelle asintió y le dio la mano.
Anne caminó entre los distintos grupos de personas, hasta llegar al corredor. Una vez allí, Annie intentó ubicarse y se dirigieron a la puerta en la que creía que estaban sus padres.

—¡Son ellos! —exclamó la niña antes de soltarse de la mano de Anne—. ¡Mamá!

A quien primero vio Alice fue a Annabelle, quien corrió hacia ella. La preocupada madre la estrechó y la besó en la cabeza. Robert llamó a su hijo de inmediato para hacerle saber que la niña ya había aparecido.

—¡Annie! ¿Dónde estabas?

—Perdón, mamá, creí ver a la amiga de la piscina esta mañana, pero me confundí y no era ella. Luego me perdí.

—¡No vuelvas a alejarte sin decirlo! Me he asustado mucho y… —Alice se interrumpió cuando vio que Anne se acercaba a ellos. ¡Era su hija! Miles de pensamientos pasaron por su cabeza, pero no podía hablar… Robert, a su lado, le puso mano en el hombro, él también la había reconocido por las fotografías.

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