Capítulo 7

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David se acostó a dormir, estaba algo cansado: en la cama contigua dormía Annabelle, que parecía una princesa. No supo en realidad cuándo se quedó dormido, pero el sonido de algo quebrándose y un grito, lo despertaron al instante: Annie también se despertó, asustada.

—¿Qué sucedió? —preguntó la niña.

—No es nada, quédate aquí, cariño.
David salió al salón y se encontró con Julie, que estaba llorando, sentada en una silla. A su alrededor, vidrios esparcidos, fruto de una copa rota, y Julie sangrando del pie izquierdo, pues estaba sin zapatos.

—¡Me duele mucho! —exclamó.

—¿Qué sucedió? —David se acercó a ella y comprobó que, en efecto, estaba sangrando y la herida parecía profunda.

—Entré, estaba oscuro… —hablaba con dificultad a causa de la embriaguez y del dolor que sentía—, me quité los zapatos que me estaban matando, e intenté encender la luz, pero la copa que llevaba en las manos se cayó… y me corté. ¡Me duele mucho, David! —lloriqueó.

En ese instante, tanto Robert, Alice y Annabelle salieron de sus respectivas habitaciones para ver qué había sucedido. La niña se asustó mucho, así que Alice se la llevó a su habitación, para intentar que durmiera.

—Ven cariño, todo estará bien. Julie se va a poner bien —le explicó, mientras la tomaba de la mano y se la llevaba a la habitación principal.

—Iré a llamar al teléfono de emergencias —le dijo su padre para echarle una mano.

—Gracias, papá —respondió él, que estaba algo descolocado con la situación.

—Gracias, papá —respondió él, que estaba algo descolocado con la situación

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Anne estaba de guardia, la noche por el momento estaba tranquila. Las afecciones más comunes durante los primeros días de crucero eran los mareos, a causa de la navegación. El Disney Magic ponía en recepción medicamentos contra estos malestares para que las personas pudieran paliarlos sin necesidad de llegarse al consultorio.
El centro médico cerraba a las siete de la noche, pero siempre había un médico y enfermera disponibles las veinticuatro horas, en caso de que hubiese alguna emergencia. Eran casi las doce de la noche, cuando Anne recibió la llamada de que había una joven herida en una de las suites. Se asustó y salió lo más rápido que pudo para ver a la paciente.

Cuando llegó, se quedó muy sorprendida al encontrarse a David, junto a la joven en aquella magnífica suite. Ella lloraba sobre su pecho, mientras él le abrazaba. David también quedó perplejo cuando advirtió que ella era la doctora de guardia. Sus miradas se encontraron, Anne quiso saludar, pero su instinto de médico prevaleció, por lo que se acercó a Julie para constatar la gravedad del asunto.

—¡Me duele mucho! —exclamó Julie, todavía con lágrimas en los ojos—. La copa de vino se rompió.

Anne asintió y se acercó para ver el pie, tenía una herida que todavía sangraba un poco, y otros cortes menos profundos.

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