Capítulo 19

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Robert regresó al salón poco después, y se encontró con una bonita escena: Anne y Alice conversaban con tranquilidad, y esta última sostenía la mano de su hija entre las suyas. Hacía años que deseaba ver algo como eso, así que se conmovió. Amaba tanto a su esposa, que aquel acercamiento lo sentía como propio.

––Alice, ¿por qué no le muestras a Anne su habitación? ––sugirió––. Anne se quedará con nosotros por el fin de semana.

––¡Por supuesto! ––exclamó Alice apenada enjugándose una lágrima que resbaló por su mejilla––. Disculpa, estábamos hablando y ni siquiera te pregunté por cuánto tiempo te quedarías…

Anne sonrió.

––El fin de semana ––repitió.

––¡Excelente! ––Alice no podía creerlo, estaba muy feliz.

––¿Y David? ––preguntó Anne, intentando controlar su ansiedad. Necesitaba verlo, pero no había aparecido por ninguna parte.

––Lo llamé y se alegró mucho de que estuvieras aquí; ha ido a recoger a Annabelle a casa de la abuela en San Francisco.

––¿La abuela? ––Anne no comprendía.

––Mi madre ––se explicó Alice––. Estoy segura de que querrá venir con Annabelle para conocerte.

––Eso mismo le dije yo a David ––añadió Robert.

––Me hablaste de ella en la carta ––mencionó Anne con tacto––, pero no sabía si…

––Goza de perfecta salud ––le interrumpió Alice, comprendiendo a qué se refería––, pero no ha querido venir a vivir con nosotros. Prefiere su independencia, pues tiene un nutrido grupo de amigos con los que va al cine, de compras, juega a las cartas… Me temo que aquí se aburriría mucho.

––Parece muy divertida ––Anna sonrió por segunda ocasión.

––Se ha sabido sobreponer a los golpes de la vida, y siempre tiene mucho optimismo. Por ejemplo, ella auguró que tú vendrías a visitarnos, pero yo no le quise creer…

Anne se ruborizó. Luego de la manera en la que se había comportado en el barco, era lógico que Alice creyera imposible aquella visita.

––La abuela tenía razón ––respondió Anne, quien se sorprendió llamando a la mujer por ese nombre. Ella había crecido sin abuelos, y aquella relación sería algo nuevo para ella.

––¿Subimos? ––le preguntó Alice.

Anne asintió y tomó su mochila.

––Yo iré a terminar la cena ––se brindó Robert––, para que ustedes puedan continuar conversando.

Alice llevó a su hija al piso superior. Era una casa magnífica, muy grande, aunque decorada sin excesos. La mujer le mostró cada una de las dependencias: el cuarto de ella y Robert, el de Annabelle, el de David, y el de la abuela…

––Aquí se queda mi madre cada vez que viene ––explicó––, y este será el tuyo. Espero que nos visites con frecuencia.

Alice abrió la puerta de una hermosa habitación de paredes blancas, una cama antigua de cuatro postes de nogal, y cortinas de color lavanda.

––Tenemos una habitación más que es de invitados ––prosiguió Alice entrando a la habitación––. Corine también puede venir cada vez que lo desee. Me gustaría que la próxima ocasión te acompañara.

Anne no podía negar que Alice estaba siendo muy amable y le agradaba que hablara de su madre.

––Mamá me dijo que conversaron hace unos días ––comentó sentándose sobre la cama.

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