Anne llevaba unos tres días en casa, pero no había tenido deseos de hablar con nadie. Corine intentaba animarla, pero lo cierto es que la joven estaba muy deprimida por todo lo sucedido: había conocido a su madre biológica, peleó con su novio, y perdió su empleo, en unas humillantes circunstancias. Tenía su celular apagado, por lo que no podía recibir ninguna de las llamadas que David le hizo. Solo a Wendy informó que había llegado bien y, después de eso, se mantuvo desconectada del mundo exterior.
Esa mañana, Corine fue a verla con una taza de café con leche a su habitación, para darle los buenos días. Todo seguía estando como Anne lo había dejado: el cuarto de una joven adolescente, lleno de recuerdos, y ahora de tristezas.
––Gracias, mamá ––dijo la joven aceptando la taza.
––No puedes continuar así, Anne. ¿Has hablado con David?
La chica negó con la cabeza, mientras tomaba un sorbo.
––Pienso que deberías hablar con él…
––David me mintió, mamá.
––David te ocultó la verdad, porque no era un secreto que le perteneciera. Eso se entiende perfectamente ––le dijo––. No permitas que la amargura gane en tu corazón. Tienes muchas cosas por las cuales puedes sentirte dichosa, una de ellas es tu hermana.
Pensar en Annabelle le producía un profundo dolor. ¡Contra ella no podía tener resentimiento alguno! Era su hermana, y apartándose de Alice, también se estaba alejando de ella.
––¿No has abierto la carta? ––prosiguió Corine, viendo que la misiva estaba en el mismo lugar en el que Anne la había dejado varios días atrás.
––No.
––No quiero presionarte, hija, pero creo que deberías leerla. Hasta que no lo hagas, la incertidumbre te rondará y no podrás seguir adelante.
Anne volvió a mirar la carta, pero no se atrevió. Terminó su taza de café y se levantó para ir al baño.
––Nos vemos más tarde, cariño. Me voy al trabajo ––le dijo Corine antes de darle un beso.
––¡Qué tengas buen día, mamá!
Anne pasó la mañana muy aburrida, hasta que a mediodía recibió una visita inesperada: se trataba de Felicity Kennedy, la agente de la empresa que brindaba los servicios médicos a los parques y cruceros de Disney. Fue ella quien la contrató y ubicó en el Disney Magic, así que al verla pensó que su visita le daría dolores de cabeza si venía a reclamarle por lo sucedido.
––¡Hola! ––le dijo la mujer con una gran sonrisa––. ¿Cómo estás?
Anne la miró asombrada. Tenía demasiado buen humor para tratarse de una reprimenda.
––Hola, Felicity, por favor, pasa… ––Anne se hizo a un lado y le permitió la entrada.
Felicity le echó una ojeada: Anne se veía demacrada, no se había peinado y llevaba pijama a esa hora del día.
––¿Qué te pasó? ––rio la chica.
Anne frunció el ceño. Felicity en ocasiones no sabía cómo ser profesional.
––Perdón, es que no te esperaba.
––Intenté llamarte, pero el teléfono de contacto está apagado. Solo me quedaba tu dirección.
––Tienes razón ––reconoció Anne––, por favor, siéntate.
Felicity se sentó frente a ella en el sofá. Llevaba un sobre en la mano, y de él extrajo dos cheques.
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Disney Magic ✔️
RomanceAnne Taylor trabaja como médico en Disney Magic, un crucero de la compañía Disney que cubre el viaje desde el puerto de Civitavecchia, Roma, pasando por las islas griegas, ciudades italianas, Marsella y terminando en el puerto de Barcelona. Antes de...