UN ROMANCE METAFÍSICO

CHOQUE

Pov's Anna.

-Santo dios, pero cuanto pringado hay en esta facultad -pensé.

Era mi primer día de clase. Por alguna razón había pensado que en esta carrera podría haber gente diferente, diferente de verdad, no la misma copia de hippies aburridos a los que no aguanta nadie. Mi día iba a convertirse en una porquería, eso estaba claro.

Anduve por los pasillos de la facultad intentando buscar un trozo de patio o espacio al aire libre donde poder fumarme un piti. Llevaba aquí 10 minutos y ya me había agobiado.

Vi una puerta con cristales al frente. La luz natural pasaba por las vidrieras así que supuse que ahí estaría me escapatoria. Me dirigí hacia allí con amplia soltura y un poco rauda, tenía que despejarme. 

-Auch -dijo alguien desde el suelo.

Al parecer, mis ganas por llegar a la puerta se tropezaron con algún ser humano y le tumbé al suelo, aunque he de decir que no noté ni el choque si quiera. Sin embargo, como persona con un mínimo de educación que estaba claro debía de tener, giré mi cuerpo hacia esa ella, con la obligación, más que con el gusto, de ayudarla a levantarse.

Cuando la vi no pude evitar reírme. 

Pov's Elisa

Mi padre habían venido al piso, querían desayunar conmigo antes del gran día. Roger, mi padre, había traído una mermelada riquísima que el mismo hacía durante la primavera. Le encantaba lo ecológico, cosa que había heredado yo; y hacer cosas manuales reciclando era uno de nuestros hobbies. El consumismo no era lo mío. De hecho, para el primer día de clase, había bordado mi propia camiseta, como me enseñó mi abuela, y la había decorado con pequeñas aunque vistosas margaritas. Estaba feliz.

-¿Estás preparada para este día tan especial? -preguntó mi padre mientras se llevaba una tostada a la boca. -Hoy empieza tu vida, cariño -sonrió.

-Si papi, pienso llegar allí y absorber cada ápice de belleza, de idea y abstracción y convertirla en parte de mí.

El desayuno fue muy entretenido. Él me preguntaba cosas que quería hacer en estos años y yo respondía con una ilusión candente. Cuando terminamos, me dio un abrazo y me llevó a la facultad.

Una enorme puerta esperaba mi llegada. Tenía un letrero arriba: Filosofía. ¡Qué hermosa palabra! Era ella la que me acogería para el resto de mi vida, quien me enseñaría la verdad. No pude evitar sonreír al cruzarla y observar tantísima gente andar de un lugar para otro, vestidos tan desiguales, pero con tantos parecidos. Me acerqué a conserjería para averiguar cual era mi clase. La 13, perfecto.

Fui poco a poco, saludando a unos y a otros, comentando las ganas que teníamos de empezar. Iba tan entusiasmada que solo me di cuenta de que iba a caerme cuando estuve en el suelo.

Mis ojos se quedaron perplejos mirándola, a 3 metros de mí. Tenía un pelo largo precioso, negro y brillante, como una pantera . Algunos mechones caían por su flequillo en tono morado, rubio y cobrizo. Sus ojos marrones se veían resaltados con el contraste de un aro en la nariz, gris metálico, que decoraba su carismático rostro. Vestía con prendas oscuras. Unos pantalones de cuero ajustados, un top negro que dejaba entrever un piercing en su ombligo, y una chaqueta motera que resbalaba por sus hombros como el agua cristalina cae en una hoja tras la llovizna de febrero. Sin duda, su parecido con una pantera era indudable, pero seguía siendo la típica malota de barrio con la que no te debes meter. Pocas neuronas y mucha agresividad, seguro. 

El tiempo se paró unos segundos mientras la miraba, pero el tiempo no es de cada individuo, es general, colectivo. Por mucho que sintiera que se había parado, todo a mi alrededor siguió moviéndose, incluso ella. Supongo que fui un obstáculo al quedarme inmóvil. SU hombro chocó con el mío provocando que cayese al suelo. 

Aquella narcisista oscura no había reparado en la existencia del resto, como si las personas les diéramos igual. Tanto que me había tumbado al suelo y tardó dos segundos en pensar si darse la vuelta y pedir perdón o no. Lo que me hacía falta, otra idiota.