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-Easter Mordge-

Aquél día mis ojos conectaron con los tuyos por primera vez, éramos muy niños, quizá ni siquiera lo recuerdes, pero ese día, tu sonrisa tan cálida, presentándote para invitarme a ser tu amiga.

Te hubiera dicho que si, lo juro.

Desde ese día tu imagen se quedó gravada en mi cabeza, años mas tarde la Señora me pidió entrenar a un niño débil e inútil, de nombre "Spoke Evergraden", y cuando me enseñó tu expediente no pude reconocerte, la foto que venía a lado de tus habilidades y cualidades era muy diferente a como te recordaba, ahora eras más alto, la adolescencia te había pegado bien, tenías el cabello más grande, tus ojos perfectamente bien delineados por pequeñas pestañas, pero en ellos, en ellos se había perdido aquella chispa de felicidad con la que los recordaba.

"SPOKE EVERGRADEN"

Tu nombre golpeaba mi cabeza mientras leía aquel expediente, y dudé, no podías ser tu a quien entrenaría, no podías ser tu a quien la Señora estaba llamando débil e inútil.

Acepté sin dudar cuando me preguntó si "querría gastar mi tiempo con alguien que no tenía solución", pero para mi no era eso, eras la mejor manera en la que querría "gastar" mi tiempo, y la mejor persona con la que querría pasarlo.

Entonces fue ahí que acepté sin dudar.

Con todo un plan de entrenamiento armado junto con la Señora llegaste a mi puerta a tocar en un momento inesperado, y ahí, desde que te recibí en la puerta de mi cuarto caí perdida en el universo que se encontraba dentro de tus profundos ojos.

Luego fue ese día, si aquel día donde mi mano tocó la tuya, fue como si una llama se prendiera dentro de mi, tu mano, tan cálida, tan ingenua, sin saber si tomar la mía o dejarlo así, tu mano, llena de raspones de las prácticas, pero tan suave al mismo tiempo por como la cuidabas para que no se volviese rugosa, la calidez que desprendía tu palma, la confianza y el temor, la tensión que había entre los dos, por que ambos lo necesitábamos, ambos teníamos esa  necesidad de conectar nuestras palmas, de entrelazar nuestros dedos y jamás volver a soltarnos...
Ambos teníamos esa necesidad de sentirnos seguros, de sentirnos confiados.
Sobre todo, de sentirnos amados.
Pero, ninguno de los dos sabía como mostrarlo, ninguno sabía dar el "primer paso".

El día que vi tu sonrisa por primera vez, esa vez que desnudaste tus falsas caretas y dejaste a la deriva lo que verdaderamente eras, esa vez, que tu risa resonó en mi mente, donde siempre la guardaré, esa vez, donde tu sonrisa alumbró mi día, mi semana, mi vida completa.
Ese día donde dejaste de ser alguien recto y respetuoso y decidiste ser quien verdaderamente eras, dejaste de tener miedo de que dirían los demás de ti, y comenzaste a ser feliz, ese día, en el que decidí gravarme tu rostro sonriendo, por que lo consideré lo más hermoso que había visto.

Se parecía al pequeño Spoke que años atrás había conocido.

El día en el que te emocionaste contándome tus sueños, tus miedos, ese día en el me enteré que tu mayor miedo era olvidar, y me pareció algo ridículo,
¿Quien le tendría miedo a olvidar?, pues tú.
Tú, alguien tan sensible, tan simple.
Tú, con un corazón tan puro y transparente, tu que lo único que buscabas era ser notado, pero no lo decías.
Tú que eras el único en todo el internado que seguía todas las reglas al pie de la letra.
Tú, que eras tan sencillo en tu hablar y en tu comportar.
Tú que no buscabas burlarte de los demás, puesto que no querías ser igual a los que se burlaban de ti.
Eras tu y solo tu quien le tenía miedo a olvidar, un miedo tan raro, pero tan original.
Un miedo tan tuyo.

El día que te vi por primera vez, eras alguien débil y  vivías escondido bajo la sobra de los demás que se aprovechaban de ti, ese día que quise extenderte mi mano, y decidiste tomarla, ese día donde alguien tan fracturada como yo decidió repararte.
¿Irónico no?
Que alguien tan rota y lastimada intente reparar a otra persona que a penas tiene pocos rasguños, pero, por más irónico que suene, puede ser verdad, y si no podía ser verdad antes, puede serlo ahora.
Yo intenté salvarte a ti, y quizás lo logré, quien sabe, intenté salvarte de tus miedos y darte a ver que hay un mundo feliz, con personas felices, y sonrisas felices.
Yo intenté salvarte, pero fuiste tu quien me terminó salvando.

Y así fue, que ese día, el mismo que hiciste revolotear mi estomago, el mismo en el que me hiciste reír como nunca antes lo había echo, fue ese mismo día, en el que me regresaste las ganas de vivir que había perdido, donde me hiciste la mujer más feliz del mundo, donde supe que quería escuchar tu voz por el resto de mi vida, donde me devolviste las ganas de sonreír, donde hiciste que me preocupara por alguien más que no era yo, donde agradecí por haberme separado de mamá y papá para poder haber llegado acá y conocerte, donde creí ciegamente en el destino y deseé que el nuestro fuera estar juntos.
Fue ese mismo día, donde decidí enamorarme de ti.

Cuando el cielo se pinte de azul¡En físico!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora