II

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Namjoon

Me privé de mirarla cuando lágrimas inundaron mis ojos. No solo me sentí conmovido ante esa niña, también dudé de todas y cada una de mis facultades. Supuse que no estaba viendo a una niña real, sino a una imagen producida por mi ilustrada imaginación, una imagen que me envolvió a tal punto de no pensar sino sentir. Sentir la belleza, sentir el color, sentir la suavidad, incluso sin ver y sin tocar. Sentía sin sentidos y fantaseaba sin ideas, hasta el día de hoy atesoro esa primera sensación que resumo llamándole "la colisión".

—Debería estar arriba —musité sin aliento cuando me recuperé un poco del golpe.

—Señor Kim, arriba están las Jolies —repuso ella con voz cantarina—. Aquí está lo más preciado de París, me atrevo a decir.

—Yo no debo estar en este lugar, Madame. Puedo subir y continuar la velada como estaba previsto.

—¿Quieres saber el motivo? —preguntó retóricamente, pero asentí—. Te traje porque haré una excepción y te mostraré algo que debido a su valor no puede ser exhibido.

—¿No estará subestimando la mercancía?

—Tendrás que averiguarlo. O bien puedes volver a Seúl como si nada. Como si jamás hubieses pisado París, ni tú ni esos cuadros tuyos —amenazó—. Me fío plenamente de sus referencias y si no me equivoco, usted es el indicado.

Sé muy bien que el arte es política, eso me llevó hasta esa gala en primer lugar. Era la única certeza que alcanzó a develar Madame Belrose en el tiempo en que mantuvimos contacto.

—Tampoco me gustan los acertijos. No le entiendo, Madame.

—Si está dispuesto a escuchar, sígame.

—No daré un paso más hasta que sea tan amable y me diga qué quiere de mí.

—No tiene por qué alterarse.

Rió entre dientes y aún así empezó a caminar a través del pasillo por donde entramos y llevarnos a una estancia decorada en blanco. Debe tener una fascinación extraña con la decoración unicolor.

—Tome asiento.

Por su parte, Madame Belrose se ubicó en un enorme diván blanco de cuero sintético y con un ademán sugirió que tomase asiento a su lado. Preferí sentarme en una silla con tapizado igualmente blanco, a una distancia considerable de ella.

—¿Eres así de tímido siempre, Joon?

Su sonrisa ladina era cínica, incluso juguetona, lo que hizo al ambiente tornarse incómodo para mí. Guardé silencio. Es más que obvio, no soy el tipo más audaz y sin duda, estaba lejos de mi reducida zona de confort.

—No tienes que responder. Quizá eres demasiado respetuoso, eso me gusta. —Chasqueó la lengua y suspiró. —Si no me equivoco, debajo de esa inofensiva fachada hay algo peligroso, una llama que mantendrá segura a Eve.

No la veía, pero escuchaba la diversión en su voz. No pude evitar observarla cuando balanceó sus piernas y las cruzó en un grácil gesto. La soberbia llegaba a oscurecer su belleza. Más adelante supe que eso la diferenciaba de Layla, quien era pura y su belleza no hacía sino irradiar luz, paz, calma. Plenitud.

Estuve a punto de preguntar lo obvio, de caer en la opción de ser estúpido. En su lugar, me acomodé en la silla conforme la adrenalina hacía de las suyas en mis extremidades y mi rostro se contraía para traer a Kim Namjoon en sus seis sentidos, dispuesto a negociar si eso era lo que Madame Belrose planeaba.

—La niña... ¿Es su hija?

—¿Cuántos años cree que tengo?

Repuso con una pregunta tan rápido cómo terminé de hablar, eso haría a la situación avanzar más rápido de lo que creía.

—No más de treinta. Repito, ¿es su hija?

Enarcó una ceja disconforme, apoyó la espalda anteriormente erguida en el respaldo de diván y extendió los brazos sobre éste. Su lenguaje corporal señalaba que estaba dispuesta, también que no cedería por menos de lo que tenía en mente.

—Exacto.

—Sé que puede hacerlo mejor que eso —dije con tono escéptico.

—Treinta y uno. Layla es mi única hija.

—¿Qué quiere de mí? Dijo que tenía buenas referencias mías, pero apenas egresé de la Facultad y me asocié con Kim.

—Fue especialmente recomendado por Kim Taehyung. Los motivos para no haberse postulado deberán ser expuestos por él mismo, me tomo la libertad de decir que prefiero a la princesa Eve en sus manos que junto a ese perverso jovencito.

—Necesito que sea más explícita, Madame.

—La princesa Eve, cómo una Maid de Clase III, es obediente y receptiva. Joven Kim, le ofrezco la oportunidad de ser el único postor y poseer a mi adorada princesa.

Sería tonto si digo que no había entendido a qué se refería. Me sorprendió un poco en ese entonces, pero me las arreglé para suprimir hasta las mínimas expresiones faciales qué pudiesen delatarme como muy interesado o no interesado en lo absoluto.

—¿Cuándo se llevaría a cabo la subasta?

—En cuanto Eve esté lista. En cinco años, mínimo. Es el tiempo perfecto para que usted consolide su carrera y consiga los medios para llegar al fin.

Eve.

—Como decenas de generaciones que me preceden, me encargaré de ilustrarlo y prepararlo para cuidar de la princesa.

La inflexión en su voz era una clara señal de que le estaba costando hablar de los detalles. Quería saber por qué. ¿Por qué una mujer de su posición vendería a su hija? Tradición.

—¿Siempre se ha hecho de este modo? —indagué.

—Eve es la excepción a toda regla. Quiero más qué ese sótano impenetrable, este será el modo de vivir qué creé para ella.

Sus palabras tambaleaban evidenciando el nudo de su garganta. Carraspeó y adoptó un tono impersonal, como si de una simple transacción se tratase.

—Si usted acepta, el joven Kim Taehyung se encargará, muy a mi pesar, de dictarle las nuevas normas a Eve. Pasando a ser una Maid de Clase I.

—¿Qué quiere decir Maid de clase I?

—Que vive para servir a su amo y a cambio recibe un exquisito cuidado. A diferencia de la Maid de Clase II, cuyas funciones son solo complacer y ser desechada; una Maid de Clase I es una joya, sabrá que los diamantes son para siempre.

Su mirada era nostálgica al terminar esa frase.

—¿Cuantas clases de Maids hay?

—Veo que es muy curioso... Pues, aquí manejamos la clase II, qué serían las Jolies —explicó—. Las Maids de Clase I se hospedan con sus amos, quienes se encargan de brindarles todas las comodidades. Antes de que pregunte, una Maid de Clase III vive para ser complacida, para recibir más placer del que tiene permitido dar. La clase III fue diseñada exclusivamente para la princesa Eve y es un privilegio qué usted protegerá. Es su responsabilidad velar por la seguridad de la princesa.

—No he dicho que haya aceptado.

—Sin embargo, sé que lo hizo. Si fuera otra clase de hombre se hubiese retirado en cuanto comencé a hablarle del asunto.

—No soy como ellos. Usted se está confundiendo —escupí cuando reparé en la posibilidad de ser un depravado.

Me atacó la verdad.

—No he dicho que lo seas, no tiene porqué evaluar de más un aspecto tan subjetivo.

—No es subjetivo en lo absoluto —reproché invadido por los nervios—. Malo es malo y bueno es bueno.

—No entres en pánico, Namjoon. Sé quién eres y te he elegido para cuidar de mí Layla. Ella esperará por tí cuanto sea necesario, te necesita.

La verdad reinaba en sus facciones. Quise creer que le ayudaría a esa niña, que no hacía nada peor de lo que estaba haciendo esa mujer vendiendo a su hija.

A Votre Merci [En curso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora