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Nota: el siguiente capítulo posee escenas que ameritan discreción. La agresión narrada no debe ser llevada a un escenario real ni interpretarse como tal. Les recuerdo que es ficción.

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“Y tú, desdichada criatura, sufre, sufre sin quejarte, ya que está dicho que las tribulaciones y las penas deben ser el espantoso patrimonio de la virtud”.

Marqués de Sade.

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—Me tiene extasiado tu vestido, princesa —afirmó Taehyung—. Pero no vas a necesitarlo en un buen rato, permíteme guardarlo en ese armario donde tengo la ropa dispuesta para tí hoy.

Eve aguardó por una orden más directa mientras Taehyung recordaba el protocolo: ella haría cualquier cosa siempre y cuando sus instrucciones fueran precisas. Quizá dejar la galantería sería ideal como preludio.

—Déjame ayudarte a quitártelo, no hay problema, solo estamos los dos.

El sabor de la pregunta "¿confías en mí?" quedó en su paladar por un rato. No lo diría, es propio de un amo de cartón y él no manipularía tan vagamente a la preciosa ninfula. Además, nadie debería confiar en Kim Taehyung.

La despojó del vestido dejándole en su casta ropa interior a la moda de los años '50. Su corpiño fue desechado (el pintor decidió conservarlo como souvenir) y a través de su cuello le fue otorgado un simple vestido carmesí de seda. Más parecido a un camisón para dormir que a ropa de uso diario como acostumbraba llevar ella.

Y así, postrada en sus rodillas, sintió como si treinta pares de ojos estuvieran atravesándola y poniéndola de revés. Creyó que su corazón pasaba a latir en su piel y no en la cavidad torácica mientras una ráfaga de electricidad estiró sus pies, entonces toda la agitación no fue sino para revelarle que el contacto de la fresca y liviana tela sobre sus pezones los había vuelto sensibles. Había ignorado la existencia de esas dos protuberancias en su pecho hasta que luchó por reprimir el impulso de frotar esa divina prenda justo donde sus pequeños pezones erectos chocaban.

Taehyung no fue partícipe de la evaluación de Eve y sus recién descubiertos pezones. Ella estaba casi ausente cuando recibió una caricia gélida en la nuca, luego notó al pintor arrodillarse fascinándola con su aura imponente. Aun arrodillado le llevaba bastante ventaja en estatura —enfatizando que en Manoir Rose solía ver curvas, pieles suaves y carnosos labios rojos—, su pecho le rozaba la nariz achatada y quiso tocarlo para cuantificar su firmeza. Apoyarse en esos anchos hombros, saber cómo podían sostenerla esas manos. Eve deseó poner en alerta a sus cinco sentidos dormidos porque si había un lugar donde los necesitaba, era sin duda Seúl. Primero tendría que entender las sensaciones.

Frío. El tacto de las manos varoniles debajo de la tela.

Suavidad. Labios en su sien y luego en su cuello.

Aspereza. La fricción del cabello del pintor ondeando en el valle de sus senos.

Humedad. ¿Humedad? Saliva alrededor de sus pezones y más allá, entre sus piernas.

Placer. O así podría interpretarse cuando Taehyung saqueó su boca buscando envolverla. Eve siguió al instinto dictándole que lo dejara hacer y no se esforzara en querer imitar el movimiento de los labios ajenos.

—Así es, relájate, princesa —gimió él, enardecido por la dulzura de ese beso.

La asió por el cabello y le abrió la boca con la suya cobrando intensidad sin dejarle más opción que permanecer quieta. Cuando tuvo suficiente del beso unilateral tomó asiento en un sofá individual con sus piernas extendidas invitando a la menor.

A Votre Merci [En curso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora