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Namjoon observaba cada una de sus acciones desde el espejo y se devolvió la sonrisa mientras recitaba el discurso que había preparado para esa noche. Desistió de usar corbata al percatarse de lo formal que lucía.

El reloj digital marcaba las siete menos cinco, era muy temprano para inaugurar su primera exposición en solitario. Vagó por la recién adquirida habitación de aspecto sobrio y sofisticado, arrastrando los mocasines de cuero en la espesa alfombra hasta quitárselos junto a los calcetines.

Decidió escuchar música en tanto se hacía la hora de salir. La acústica de la sala de estar prácticamente vacía le irritaba. Tomó los audífonos y el iPod del pequeño mueble otomano y en la terraza empezó a reproducir Hurt. La letra le envolvía, o quizá la voz de Johnny Cash se filtraba en su sistema con calidez y le despojaba paulatinamente del pánico, era más efectiva que la copa de brandy sudando en su mano izquierda.

Hace solo un mes había cambiado el modesto departamento/estudio en los suburbios por el inaccesible pent-house en Seocho-gu, sumado a esto, en unas horas estaría debatiendo su propio arte con unos cuantos entendidos en la materia, y otros muchos, ajenos a algo que no fuesen pretenciones burócratas. Se sintió perdido, incluso creyó que lamentaría abandonar a Taehyung, que no surgiría por su cuenta y lo mejor sería volver a Ulsan. «¿Cómo estoy aquí, ahora?» se preguntó. No lo había logrado solo y lo lamentaba, pero no todo era malo, ahí estaba y eso era lo importante.

No tenía más que electrodomésticos simples, una cama matrimonial, un par de sillas y un sofá. Detestaba la idea de abusar de su afable benefactor. Al principio se encontró confuso al respecto, más entendió que una razón superior lo había guiado y ella aguardaba por él al final del recorrido.

—Él pensó que no lo sabría y no tolero que me tomen el pelo, Namjoon.

Recordó lo que Madame Belrose le dijo un mes atrás cuando ofreció su ayuda.

—Tú gratitud conmigo vas a demostrarla con ella —sentenció—. Él puede tramar lo que quiera, pero es tú decisión cuánta osadía vas a permitirle.

En ese momento estaba dentro del trato, qué digo, tenía los papeles de traspaso de custodia anudados en la tráquea. Taehyung y él volvieron a intercambiar formales y tórridos e-mails con parte de los acuerdos legales a establecer, sin embargo, el único con poder legal para decidir era Namjoon. Kim Namjoon, se repetía tres veces por párrafo en cada documento.

Los minutos corrieron en medio de sus pensamientos, la vigésima canción terminó y se alejó del balcón. Volvió a ponerse los zapatos para terminar su atuendo, vestía cuello de tortuga negro y chaqueta.

Ahora conducía un deportivo negro mate. Engalanaba ciertos lujos que él mismo no podía costear, era ilógico, pero le hizo entender que Madame Belrose no quería el dinero. Que no era más que una justificación. Ella quería que Namjoon cuidara de Layla, porque conocía lo macabro que el mundo fuera de su palacio sería con su princesa y necesitaba un aliado lo suficientemente dañado para conocer la magnitud de tal decadencia, y que, así mismo, estuviese dispuesto a sacrificar cualquier cosa por defenderla.

Una galería con amplios ventanales era la meta desde su inicio y la tenía para él por ocho horas. ¿Quién observaría sus obras por horas, a su propio placer? Pues había decenas de personas esbeltas y elegantes reparando en cada uno de sus cuadros. Reconocieron bien al pintor detrás de ellos, en cuanto Namjoon apareció una serie de vitoreos y sensatos aplausos hicieron de banda sonora a sus pasos hasta el centro del salón. Recitó el discurso con gracia y otros cuantos aplausos tuvieron lugar. Lamentablemente, no reconocía a ninguno de los rostros que se acercaban a saludarlo, ni los brazos que lo estrechaban.

Barrió la galería con la mirada y se topó con Lee Hani, quien escudriñaba uno de los cuadros más en busca de un defecto que por satisfacción al observarlo.

—Es lo mejor que he pintado en años —afirmó Namjoon.

—Difiero, Kim, pero sí tiene su encanto.

Ni en un millón de años exhibiría el exquisito retrato de Layla, pero en ese momento la inspiración fluía a través de él y plasmó el amarillento campo lleno de margaritas que ahora examinaba Hani con ahínco.

—Necesito un favor.

—Oh, hola, Namjoon. Te felicito por la exposición, no te preocupes, yo me encuentro maravillosamente —ironizó Hani.

Ambos rieron por lo bajo. Hani deslizó su brazo por la cintura de Namjoon y siguieron observando la pintura por unos segundos.

—¿Qué necesitas? —preguntó ella.

—Confecciona un vestido para mí.

—¡Así que eres travesti! Lo sabía, te faltaba excentricidad. Muy serio para ser artista, Jong-Hee me debe mil wons.

La ruidosa carcajada de Hani alertó a un grupo de personas que estaban a su alrededor y Namjoon quiso desvanecerse por la vergüenza.

—Shhh. No soy travesti, el vestido no es para mí... Es para mi sobrina.

—Pero si no tienes hermanos.

—Es la hija de un primo, ¿contenta? Tengo que hacerle un regalo por su décimo quinto cumpleaños.

—Vale, vale. Dime cómo lo quieres.

—Tengo un diseño exacto, no quiero que le cambies nada.

—No eres excéntrico, solo un maniático. —Ella puso los ojos en blanco. —Pero está bien. Envíame la foto y lo tendré listo en una semana.

—¡Gracias, Han-Han!

Esta vez fue Namjoon quien no resistió el impulso de reírse al nombrarla por ese apodo que ella odiaba.

Dejó a Hani para que siguiera evaluando las obras y tomando Merlot. Pasó a saludar en cada monótono grupo y no se topó con nadie que conociera en el resto de la noche. Le hubiese encantado ver a JiHye y a sus padres allí, inconscientemente les buscaba y se decepcionaba al no encontrarlos.

Volvió al pent-house solo. Un destello en su mente trajo a Layla consigo y la dejó sentada con las piernas cruzadas sobre la alfombra en su habitación. Se despojó de la camisa y la chaqueta y cayó sobre la cama dejándose consolar por la imagen de ella. Se instaló dentro de su pecho la ineludible necesidad de tenerla y no podía hacer nada para evitarlo. ¿Para qué seguir negando lo mucho que lo deseaba? Él merecía la dicha que Layla traería a su vida. Él definitivamente se haría cargo de merecerla.

A Votre Merci [En curso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora