💕✨Andy and Steve💕2✨

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Que nervioso se encontraba, apesar de que se dio una larga y “relajante” ducha aún sudaba a mares. Sus manos temblaban y su vista se nublaba, así de asustado estaba. Está no era su primera cita y tampoco sería la última, pero, era muy raro. Hasta divertido.

Sentía y pensaba que comería con él mismo, que se enamoró de si mismo... que retorcido y narcisista sonaba aquello pero era cierto. Palmeó sus mejillas alejando los pensamientos innecesarios de su cabeza, debía estar bien, relajado. Andy no mordía, aunque... ¿quisiera que fuera así?

Agitó la cabeza de un lado a otro, muy sonrojado y avergonzado consigo mismo por pensar cosas inmorales sobre su vecino. Solo era una simple cena, nada más.

Vio la hora, vio la ventana, estaba oscuro, eran las ocho... llegó la hora de partir hacia la casa del causante de sus desvelos.

•••

—Gracias por haberme invitado a comer Andy, eres muy amable—sonrió hacia el caballeroso castaño que le ofreció una silla para sentarse.—muchas gracias.

—No hay de que Stevie, siempre serás bienvenido aquí—imitó el gesto provocando en Steve terribles náuseas, ¡su sonrisa era hermosa! y su cuerpo raro. ¿No debería sentir mariposas?—espera unos segundos, estoy a punto de servir la comida.

—¡Oh! déjame ayudarte—hizo amago de levantarse pero el contrario no lo dejo hacerlo.—¿que pasa?

—No tienes que hacer nada, yo lo haré. Tú solo quédate aquí y espera, después de todo eres el invitado.

—No me molesta echarte una mano—insistió recibiendo una nueva negativa.—pero Andy...

—Por favor no insistas, Steve. Quédate quieto ahí—rió sentándolo por nueva cuenta. El rubio hizo un puchero asintiendo, cosa que se le hizo muy encantador.—no te muevas.

Y así se fue dejándolo de brazos cruzados en una silla justo en el comedor. Constantemente le gustaba ofrecer su mano para asistir a los demás, era una cualidad que le inculcó su madre y jamás la perdió. Por ello cuando alguien rechazaba la ayuda que le ofrecía, de alguna manera se sentía mal. Era exagerado y dramático, pero así es él.

Pudo quedarse divagando y articulando pensamientos negativos y tontos como de costumbre, pero en esta ocasión no fue así ya que, el olor exquisito de los alimentos llegaron a sus fosas nasales. Inhaló enamorado, se le hacía agua la boca.

—Y... aquí estamos—llegó su vecino con unas hermosas tazas humeantes y rebozadas de comida.—¿podrías... colocar estas cosas ahí por favor? queman.

—¿Ahora si quieres mi ayuda?—ladeó la cabeza sonriente. Los mechones rubios de su fleco se movieron cubriendo uno de sus ojos.

“Sexy” pensó asintiendo eufórico. De verdad estaban calientes y sus brazos comenzaban a arder.

—Rápido.

•••

Suspiro satisfecho, la lasaña en verdad estuvo deliciosa, la conversación fue amena y animada. Barber resultó ser una agradable compañía a la hora de probar bocado.

—¿Y que te pareció?

—Eres un gran cocinero, la lasaña sin duda como me gusta, el pollo frito crujiente y la ensalada del final... gracias por todo—sonrió bebiendo todo el contenido del vaso. Y eso que solo mencionó lo principal, y lo que más le gustó.—todo fue increíble.

—Me halaga oír eso, encanto.

Apartó la mirada al oírlo decirle aquello, sonrió tímido y ruborizado. No estaba acostumbrado a ese tipo de motes. De pronto su sonrisa se esfumó al ver el retrato de una mujer, una pelinegra muy hermosa y sonriente. El marco estaba colgado en la pared.

Su ceño se frunció.

—¿Quién es ella?

—¿Ella?... oh, ella—dirigió la mirada hacia donde Steve veía y señalaba.—Laurie, mi ex esposa. Nos divorciamos hace un tiempo—limpio sus labios con una servilleta mientras le contaba de manera desinteresada.—no concordamos en algunos asuntos, eso es todo.

—Oh, lo siento, no debí...

—No te preocupes Steve es obvio que tendrías curiosidad, además es mi deber aclarar las cosas para que no hayan malentendidos.

—¿Malentendidos...?—no captó la indirecta de inmediato, no fue hasta unos minutos después que sus mejillas se pintaron de un rojo suave.—m–me parece bien—murmuro inaudible.

—¿Dijiste algo?—le miro curioso.

—¡Oh no! no dije nada solo... que... ¡ya es hora de irme! mira que hora es por Dios—exaltado se levantó. Rió nervioso avanzando hasta la salida.—otra vez muchas gracias por la comida Andy, estuvo riquísima, perdón por no poder ayudarte a lavar los trastes pero debo trabajar mañana y ya ves que es tarde.

—Si por supuesto, no te preocupes—riendo por el aparente nerviosismo del rubio lo llamo antes de que saliera.—Steve.

—¡Dime!—giro hallando al abogado frente a él.—¿Andrew?

—Despídete bien.

El contacto fue suave, inocente, duró unos pocos segundos pero, para ambos, fue una eternidad. Cuando Andy retrocedió alejándose de ese dulce beso sintió a su cabeza dar vueltas. Sonrió avergonzado como embobado a la vez.

—Yo... adiós.

—Hasta pronto, gemelo.

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