XV

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La desaparición de uno de los dos cuerpos encontrados fue una noticia que se expandió como la pólvora. ¿Acaso el culpable se lo había llevado? Había gente que pensaba eso. Sin embargo, James estaba muerto. Y aún así, él no había sido. Más bien solo fue lo que había sido durante toda su vida: una víctima que siempre era controlado por los demás, al igual que una marioneta se movía por los hilos que manejaban otras personas.

Esos hombres que lo acompañaban fueron los de la idea. ¿Pero quién se enteraría de algo como eso? Nadie. Ni siquiera el hombre que siempre manipulaban podía ahora hablar para ser testigo de aquello.

Pero aún así, alguien parecía saber la verdad, porque esa misma madrugada hallaron sus cuerpos muertos. Estaban pálidos, con unas expresiones que mostraban pánico, terror más bien. Parecía que hubiesen visto un monstruo.

Nunca habían visto algo como eso, pero llegaron a la conclusión que tal vez el alcohol fue la consecuencia de que acabasen así. Y todo porque la policía no había visto que ambos tenían algo en común sobre la piel: dos agujeros de pequeño tamaño, cerca el uno del otro, alineados.

 Y todo porque la policía no había visto que ambos tenían algo en común sobre la piel: dos agujeros de pequeño tamaño, cerca el uno del otro, alineados

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A pesar de que el curso había terminado, estaba claro que no se haría nada más hasta que reconstruyese el edificio. Las recuperaciones tendrían que esperar, algo que podía ser un alivio para algunos estudiantes. Unos estaban bastante afectados, teniendo que recibir algo de ayuda psicológica para calmarse por los acontecimientos sucedidos.

Y otros. . . otros simplemente sentían que el mundo se les había venido abajo.

Shu estaba tumbado en su cama, mirando hacia arriba, con sus ojos completamente abiertos. Últimamente no dormía mucho y tampoco tenía muchas ganas.

Porque cada vez que cerraba sus ojos, todo se volvía a repetir. Como si fuese una película que rebobinas una y otra vez, a cámara lenta, dando todos los detalles posibles. Y no podía evitar sentir un mal sabor de boca cuando frente a sus ojos aparecía el cuerpo de la azabache quemado, casi irreconocible. Cuando llegaba a ese punto, se despertaba agitado, sudando, con lágrimas en los ojos.

Primero Edgar y ahora ella. Sentía que todo era su culpa.

Al menos, nadie en la casa decía algo al respecto, ni siquiera Reiji. No se burlaba, no lo miraba con desprecio; tan solo era una mirada seria. La que sí estaba preocupada y entristecida era Yui.

¿Y cómo no iba a estar triste si se enteró, hace casi un mes, que la chica a quien consideraba su mejor amiga había muerto?

Shu suspiró mientras se acariciaba la sien, notándose frustrado. Pudo oír un maullido, a lo que bajó la cabeza, viendo a aquel gato de pelaje blanco, pequeño pero rechoncho, sentando en su estómago.

Lo tomó entre sus brazos para acercarlo un poco más. Tenía que admitir que la suavidad de su pelaje lo calmaba. Además, ella le pidió que lo cuidase.

𝐌𝐄𝐋𝐈𝐅𝐋𝐔𝐎 ━ 𝐒𝐡𝐮 𝐒𝐚𝐤𝐚𝐦𝐚𝐤𝐢 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora