III

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— ¡Voy a llegar tarde! —fueron las únicas palabras que salieron de los labios de la chica.

Iba corriendo por los pasillos, con varios cuadernos y hojas sueltas entre sus brazos, mientras intentaba esquivar a los demás alumnos. Algunas veces se tropezaba con alguien y se disculpaba sin detener su paso. Se mordió su labio inferior,nerviosa.

«¡Ya son cinco veces este mes! ¡No quiero que me saque de clase! Aunque,también debería dejar de tomar dulces a escondidas para que no se enfadara,¿no?» aquellos pensamientos solo empeoraban su estado de ánimo.

Dobló una esquina y ahí se encontraba el final de su destino. Sonrió, pues el profesor aún no había llegado. Hizo un último esfuerzo para seguir corriendo, pero a mitad de camino tropezó con algo. Un gran quejido salió de sus labios. Todo lo que tenía entre sus brazos se había desparramado por el suelo. Aunque se quedó algo extrañada: ¿Desde cuándo el suelo era tan blando?

Bajó su cabeza para toparse a cierto rubio ya conocido, ahí tirado, durmiendo. La cara de la joven mostraba desconcierto: ¿Quién diablos dormía sobre un frío suelo de madera? Comenzó a moverse lentamente para no despertarlo, pero a la mínima que hizo algo ya notó como sus ojos zafiro se clavaban en ella de una forma severa.

— . . . ¿Intentabas aprovecharte de mí mientras dormía? —una pequeña risa salió de sus labios—. Que mujer más obscena.

— ¡Eso no es cierto! —rápida como el rayo, se puso de pie—. Simplemente tenía prisa y no te vi. Aunque también eres la primera persona que veo durmiendo en el suelo y no me lo esperaba.

Comenzó a recoger todo lo que se había caído rápidamente. No tardó mucho en terminar. Seguidamente oyó una pequeña risa.

— Rosa.

No entendía. ¿Qué quería decirle con ese color? Definitivamente, siempre que hablaba con él nunca entendía las cosas a la primera.

— Tu ropa es rosa —su sonrisa ladina se ensanchó, esperando alguna reacción por parte de la contraria.

— ¿Rosa? . . . ¡Pero si el uniforme no es ros-! —ni le hizo falta terminar la frase para caer a que se estaba refiriendo. Se echó hacia atrás mientras soltaba un pequeño grito— ¡Eres un pervertido!

— ¿Ah? ¿Pervertido? Tú eres la que te has expuesto poniéndote en mi campo de visión.

— ¡Eso no es cierto! ¡Estaba a tu lado! —sus mejillas estaban completamente rojas, pero no sabía si de la vergüenza o de la ira.

— Igualmente, tú misma te has expuesto —soltó un bostezo mientras se levantaba lentamente y con mucha pesadez—. Pero. . . el rosa te queda bien —dijo mientras cerraba uno de sus ojos y la miraba con el otro.

— ¡No digas eso! —le dió un pequeño golpe con aquellos cuadernos en el pecho— ¡Ni se te ocurra volver a hacerlo de nuevo!

— Entonces deberías evitar ponerte encima mía, ¿no crees? —su tono de voz era burlón.

Pudo oír una queja por parte de la fémina y luego notó como salió corriendo por su lado y entró en su clase de un portazo. Rió levemente ante eso. Debía admitir que molestarla de vez en cuando era entretenido, pues sus reacciones le daban algo de gracia.

Soltó otro bostezo para dirigirse hacia otro sitio más calmado. Así evitaba que cualquier otra persona interrumpiera su preciado sueño.

Por otra parte, la jovencita se encontraba en su pupitre mientras se quejaba. Su compañera no podía evitar reírse, pues quien no lo haría al ver a una chica de diecisiete años comportándose como una niña pequeña, más también era algo adorable de ver.

𝐌𝐄𝐋𝐈𝐅𝐋𝐔𝐎 ━ 𝐒𝐡𝐮 𝐒𝐚𝐤𝐚𝐦𝐚𝐤𝐢 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora