Aquella noche estaba tranquila, sin mucho ruido, salvo el de los animales nocturnos y la brisa del aire que movía las hojas que se habían caído de los árboles por la época otoñal.
Doyeon miraba con tranquilidad el paisaje, dejando que el viento moviera con levedad sus cabellos oscuros. Cerró por un momento sus ojos, dejándose llevar por la paz del momento. Al menos hasta que fue interrumpida por unos gritos.
---¡Mamá! ---se escuchó por parte de un chico y una chica, que fueron corriendo hacia la mayor para abrazarse a ella.
El niño, de cabello corto, oscuro, y ojos azules, habló con agitación--- ¡Elizabeth y Jack volvieron a desordenar todas mis partituras y creo que algunas me las han perdido!
--- ¡Y a mí me han estropeado el cuadro que estaba pintando! ---exclamó la niña, mirándola con sus ojos achocolatados, mientras movía levemente su cabeza a los lados por la frustración, haciendo que sus mechones rubios vayan al compás.
--- ¿Otra vez? ¿Y vuestro padre?
--- Está durmiendo con Lucy.
Doyeon rodó los ojos por esa respuesta---. Claro, como es la pequeña y duerme más, aprovecha ---murmuró por lo bajo, volviendo luego a la conversación---. Está bien, vamos.
No fue sorpresa cuando entró ver a los gemelos recogiendo las partituras de manera acelerada, hasta que vieron a la Minami y tragaron saliva de manera nerviosa.
--- No hace falta que me deis explicaciones. Tan solo. . . ¡Ayudad a Jacob y Sakura con el desastre que habéis formado!
Y es que, a pesar de que cuando se enfada a veces le salían sus berrinches de niña pequeña, le hacían caso.
Su atención se desvió a otro lado, concretamente a su hija más pequeña, que estaba siendo cargada por cierto rubio.
--- ¿Y tú qué hacías durmiendo en vez de vigilarlos, eh?
--- Lucy tenía sueño ---se excusó, oyendo las voces de fondo y recibiendo una mala mirada de la azabache.
--- Eres de lo que no hay ---murmuró, desviando su atención a la pequeña rubia que extendía los brazos hacia su madre. La cargó, dando un pequeño beso en su frente---. Por favor, no salgas igual de revoltosa que tus hermanos ---escuchó una queja en general, a lo que rió por lo bajo--- ¡Hey, no os estéis quejando y arreglar ese desastre!
Que por suerte, no tardaron mucho en recoger todo. Ahí fue cuando los dejó irse a hacer sus cosas, dejando a Lucy a cargo de Jacob, el mayor. Aunque tampoco tuvo que hacer mucho porque mientras él volvía a tocar el piano, ella se había quedado dormida apoyada en él.
Doyeon suspiró en lo que iba a su habitación. Sonrió para sus adentros. Sabía que los niños eran revoltosos, sobre todo cuando eran más pequeños, pero, ¿cómo se iba a quejar? No le daban problemas. Además, ella se encargaría de darle a los cinco la buena vida familiar que ella no pudo llevar.
Sus pensamientos se interrumpieron al notar como la abrazaban por detrás, sonriendo al saber de quien se trataba.
--- No estarás enfada porque me quedé dormido, ¿cierto?
--- ¿Tú que crees? ---quiso mostrarse molesta, pero tan solo salió una risa de su parte---. No, pero. . . a la próxima vez yo me quedo durmiendo con Lucy.
Un suspiro salió de los labios del rubio, inclinándose un poco más hacia ella, tomando una de sus manos para entrelazarlas, murmurando un 'está bien'.
No dijeron nada más en un principio. Solamente miraban por la ventana, dándose pequeñas caricias el uno al otro, con sus dedos, en la mano ajena. Ambos esbozaron una pequeña sonrisa por unos segundos cuando sintieron el frío tacto del anillo de bodas del otro.
Habían pasado tantas cosas desde su reencuentro tras el incidente del incendio. Ya no solo el hecho de que se casaron y formaron una familia, bastante grande a decir verdad.
El deseo de Karl Heinz fue cumplido: fue asesinado por uno de sus hijos, concretamente el mayor de ellos. Pero luego, Shu no estuvo interesado en todo aquel poder, sino que se lo dejó a Ayato, y él se fue con Doyeon.
Que por otra parte, la Minami consiguió acabar su educación en la Academia cuando se reconstruyó, además de conseguir cursar los estudios superiores de música que tanto ansió durante su vida.
No fue hasta que Nana murió que se fueron de ese sitio al lugar donde vivían ahora, justo donde Doyeon nació.
--- ¿En qué piensas tanto? ---murmuró el mayor, cerca de su oído, mirándola de reojo.
--- En todo ---respondió---. Nunca esperé volver a mi hogar, nunca esperé tener una vida así. . .
--- Parece que lo veas todo negativo.
--- Tú lo ves todo negativo ---se giró, quedando cara a cara para mirarlo a los ojos---. Tú pensabas que me iba a morir ---sonrió, mostrando unos pequeños colmillos---. Pero te dije que no ocurriría. Te dije que no podía morir dos veces.
Una pequeña risa salió de ambos.
--- Aunque aún hay algo que sigo sin entender después de todo este tiempo. . . ¿Qué viste en mí para acabar conmigo de esta manera, Shu?
El rubio se quedó en silencio, con una expresión algo seria. Puso sus manos sobre el rostro ajeno, acariciando levemente sus mejillas---. Tu voz.
Eso solo generó más confusión en la azabache--- ¿Mi voz?
--- Cuando te vi por primera vez, me quedé deleitado por tu voz. Es dulce, suave. . . un sonido melifluo ---murmuró---. Fuiste la única humana que vi de diferente manera con solo dirigirme unas palabras.
Doyeon sonrió, poniéndose de puntillas para dejar un pequeño beso en los labios ajenos.
Sin embargo, ese momento fue interrumpido por las risas infantiles en el otro lado de la casa.
--- Vamos ---tomó la mano del rubio, dando leves tirones para que caminase.
Y es que aún a día de hoy, a veces le era difícil aceptar la vida que llevaba. Porque al fin tenía a gente que lo amaba. Y esas personas que a él le importaban no salían heridas, ni dejaría que algo les pasase.
--- ¡Shu, no te quedes quieto! ¡Nos esperan! ---exclamó la más baja, haciendo más énfasis.
Él sonrió con levedad, asintiendo mientras se dejaba llevar por su mujer.
Apretó con un poco más de fuerza su mano. Y es que, a pesar de que ahora su tacto era igual de frío que el de él, siempre conseguía brindarle esa calidez que le transmitía desde la primera vez que la conoció.
『 T𝐇𝐄 𝐄𝐍𝐃 』
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𝐌𝐄𝐋𝐈𝐅𝐋𝐔𝐎 ━ 𝐒𝐡𝐮 𝐒𝐚𝐤𝐚𝐦𝐚𝐤𝐢 ©
De TodoMelifluo. Un sonido excesivamente dulce, suave o delicado. Que llega a deleitar a cualquier persona que lo escuche. Incluso aquel chico de cabello rubio, indiferente a cualquier cosa, llegó a quedarse prendado del sonido que provenía de las cuerdas...