UN DIA, JUNTOS

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Gabriel

Estaba despierto desde hace unos... ¿treinta minutos?, o quizás más pero, ver su rostro era lo más hermoso que había visto e incluso con su cabello despeinado se veía hermosa, su cabeza descansaba sobre mi pecho y con sus brazos se aferraba a mi como si fuese un peluche, su pierna separaba las mías, no me quería mover por el temor a despertarla, aunque siendo sincero creo que no me podía mover por los nervios, quería tocar su cabella, lo quería hacer.

Su respiración era lenta y pausada, en su rostro se notaba la tranquilidad y comodidad que sentía ahorita, incluso cuando ella estaba dormida conseguía ponerme nervioso, mentiría si digiera que mis manos no sudan, sería el mentiroso más grande del mundo si dijera que mis manos no tiemblan levemente y que mi corazón no latiese tan rápido como si hubiese corrido una maratón, era tan increíble todo lo que ella lograba causar en mi sin hacer absolutamente nada, estaba seguro de que la quería, pero justo en esta mañana me di cuenta de que la amaba, en realidad lo hacía con todo mi corazón, cuerpo y alma.

Ver su rostro tan relajado cuando desperté me hizo darme cuenta de que la amaba y la quería conmigo en todo momento.

Levante mi mano que temblaba levemente, con extrema cautela dirigí esta hacia su cabello, lo acaricie lentamente, las caricias eran tan superficiales que casi no tocaba su cabello, incline levemente mi cabeza y bese su coronilla, dirigí mi mano con un poco más de seguridad hacia donde le había besado, empecé a hacer círculos con mis dedos y después adentraba mis dedos en su espeso cabello negro acariciándolo, ella se removió, aparte mi mano rápidamente, sintiendo como mi cuerpo se ponía rígido por el miedo de haberla despertado.

Entonces ella se quejó, restregó suavemente su cabeza en mi pecho en señal de que siguiera haciéndole mimos, me abrazo más fuerte mientras se reacomodaba otra vez en mi pecho, como buen soldado que acata una orden de su superior, volví a hacerles mimos, ella me dominaba completamente sin articular palabras, con un simple gesto, con una mirada, ella me dominaba completamente.

Hice mi cabeza hacia un lado para poder ver su rostro, sus ojos cerrados hacían que sus largas y espesas pestañas acariciaran sus mejillas, su respiración suave hacia cosquillas en mi pecho desnudo al igual que su cabello, estaba plenamente dormida.

—Es gracioso ver cómo eres un año menor que yo y aun así me dominas sin hacer nada —susurre risueñamente.

Estaba plenamente confiado de que ella no me oiría, ya que estaba dormida, entonces decidí confesarle todo.

—Sabes, soy un cobarde, te confesare todo ahora que estas dormida, soy patético —reí sin gracia—. Recuerdo como empezó todo, fue cuando entraste a la preparatoria el primer día de clases, tu tenías quince años y yo tenía dieciséis, era lo que todos catalogaban un mujeriego, salir con una chica diferente cada semana, salir a fiestas siempre, todo iba bien, enserio todo iba genial hasta que vi tus hermosos ojos azules, tu clase era nueva, absolutamente todos lo eran, nadie conocía a nadie, había un ritual de intimidar a los nuevos el primer día, ¿y adivina qué?, exacto, ustedes eran los de ese año, todos estábamos en los pasillos mirándolos seriamente a todos los de tu clases, todos agachaban su rostro, incluso recuerdo que tu amigo rubio de ojos grises lo hizo, agacho su rostro intimidado y avanzo más rápido, todos reímos ya que pensamos que era el último, pero entonces oímos resonar unos pasos fuertes y seguros, entonces te vimos a ti, con un pantalón negro con cadenas colgando del cinturón, una camiseta larga y ancha que tenía en grandes letras la palabra "Honey".

Hice una pausa recordando aquel momento.

—Entonces todos empezamos a reír, a todo esto tu ibas con la cabeza agachada, pensamos que te intimidábamos pero entonces tu levantaste tu cabeza, una fría mirada nos hizo guardar silencio a todos, tu mirada azulada que era tan fría como el hielo hizo que nosotros nos congeláramos, tu caminar seguro y tu sonrisa cínica hicieron saber quién intimidaba a quien —suspire—. Esa misma mirada que me hipnotizo, desde ese día no pude dejar de buscarte con la mirada, siempre para verte más de cerca entraba a tu salón cuando estabas en clases, el profesor me regañaba pero nunca me castigaron, pero incluso haciendo el mayor escándalo en tu salón o en la escuela —pause un momento—, tu nunca me miraste.

Hola Mi DiosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora