Nix puso en marcha a su pequeño rebaño en busca de esa vieja sabandija amante de las batas azules de estar por casa y las pantuflas baratas.
Sinceramente, no creían que llegarían a dar con ese hombre, el plan de Eris era un tanto improvisado y ese tipo era demasiado previsor para todos ellos. Siempre encontraba un sitio el tiempo suficiente para esconderse y dar sus repugnantes clases de bondad. Y así sucesivamente. No sabían cómo se las ingeniaba, pero desde luego sabía lo que hacía.
—Nix, hay un atajo por esas callejuelas que dan más rápido a la costa de los duendes —dijo Veatrix, cortando el frío silencio de la caminata nocturna.
—Vamos —le respondió desmotivada, tras dejarle paso para seguirla.
Con sus manos en los bolsillos de su sudadera y la espalda encorvada hacia delante, seguía al grupo. Nix suspiró, más molesta que triste, siempre era quien daba las órdenes, pero a veces se le olvidaba que su hermana controlaba más la isla que ella, y eso que Nix controlaba mucha parte de ella. Odiaba sentirse como un peón, como cuando Maléfica gobernaba por encima de cualquier alma errante, al menos tenían la suerte de que les caía bien.
La Señora de las Tinieblas pensó que eran buenas compañías para su hija.
—Oye, no te cabrees con tu hermana —se le acercó Réizma intentando animarle en la búsqueda y se apoyó en el hombro de Nix—, ya sabes que nos gusta recibir las órdenes de ti.
Nix la observó con un atisbo de maldad y satisfacción que le acabó reconfortando un poco. A pesar de que no les gustaba mostrar sentimientos bondadosos y compasivos, tenían que admitir que en su pandilla los tiros no iban tanto por ahí. Podían ser muy capullos entre ellos y gastarse bromas de muy mal gusto, pero les gustaba hacer muchas cosas juntos, y de alguna manera, sentían un pequeño hilo que los conectaba como si fueran todos una familia de capullos renegados. Así se sentía cuando formabas parte de la banda, eras uno más de una familia de gente con problemas intrafamiliares.
El chasquido de unos metales chocando contra el suelo con fuerza creaban un ritmo constante y fuerte a cada paso que los desconcentró por completo de su ligera conversación. Al dirigir la mirada hacia aquel misterioso sonido, se dieron cuenta de que un elegante caballo negro como el carbón desfilaba por su costado izquierdo con su ebrio jinete.
—*Nadie puede hacer lo que hace Gastón...* —canturreaba arrítmico el hombre sobre el animal, entre unos cuantos hipos y movimientos desorganizados.
—Gastón, ¿has visto a Yen Sid? —le comentó Jaxon, agarrando las bridas del caballo para pararle el motivado baile.
—Chaval, como me vuelvas a desenmascarar te criarás entre ruecas quemadas... —le respondió el borracho Gastón, sin sentido. Réizma lo miró haciendo una mueca desagradable—. El espía verde se coló por la terraza y luego nadó.
Se miraron la mar de extrañados. Iba muy borracho para no saber ni dónde estaba, ni que decía. No sabían ni siquiera como se mantenía en equilibrio en su caballo.
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Descendientes: Desquite en la Isla de los Perdidos
Fantasy~Desde que me transformé en dragón tengo unas pesadillas relacionadas con una misteriosa manada de dragones que destruyen todo Auradon, lo que no imaginé era que se trataba de una advertencia de un futuro oscuro~ . Tras la derrota de Uma, Auradon co...