Z W Ö L F - Déjà vu

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La insistente vibración del aparato bajo mi estómago logró despertarme del confortante sueño que estaba teniendo lugar en mi cabeza

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La insistente vibración del aparato bajo mi estómago logró despertarme del confortante sueño que estaba teniendo lugar en mi cabeza. Gruñí al ver la pantalla del teléfono con una videollamada entrante de Lamar y Lakeisha, y pese a mi mal humor y dudoso aspecto, le di al botón verde.

Las caras del par aparecieron en mi pantalla, acompañados por sus familias un poco más atrás, tratando de no parecer entrometidos.

—¡Hasta que por fin recuerdas que tienes un teléfono, Adelaide! La próxima vamos a tener que enviar una paloma mensajera porque...

—Cállate, Lamar —protestó Lakeisha, para sorpresa de todos. Incluso sus hermanos habían abierto bastante los ojos, al fondo—. ¿Estás bien, Addie? Vimos las noticias. ¿Dónde estás?

—Estoy bie...

—¿Eso es una pierna, Addie? No nos digas que te sentaste en el pastel —interrumpió el moreno. Su hermana le golpeó la nuca con bastante fuerza.

Aún tenía apoyada mi cabeza en el regazo de Johann, quien empezó a removerse en su lugar sin llegar a despertarse.

—Eso es irrespetuoso, Lamar —lo regañó la chica detrás suyo.

—Destiny, no te metas —respondió el muchacho.

—Si no les importa, chicos —interrumpí, logrando un silencio dramático—. Estaba durmiendo y me gustaría seguir en ello. Y estoy bien, estoy viva. No crean lo que dicen en las noticias.

—¿Eso significa que lo de la azotea no...? —asomó Lamar, esta vez más enfocado.

—Los llamaré más tarde y los pondré al día, ¿les parece bien?

Ambos sonrieron, como si tuviesen algo en mente. Lakeisha fue la primera en hablar.

—Entonces nos vemos esta noche en tu departamento, entendido.

—¿Qué...?

—Entendido. ¡Te queremos, Addie! —chilló Lamar.

Cortaron la llamada antes de que pudiese replicar.

Me acomodé en mi lugar para retomar la siesta, y habría tenido lugar de no ser por los golpes que sonaron del otro lado de la puerta. El muchacho en el que estaba apoyada saltó al escucharlo.

—Johann —susurré, sacudiéndolo por un brazo—, ¿esperas a alguien?

—No que yo sepa. Podrían ser tus hermanos —respondió, aún desde su asiento—. ¿Estás segura de que tocaron la puert...?

—Mis hermanos tienen la llave.

—También puede ser un ladrón —objetó.

—Claro, porque siempre llaman a la puerta antes de querer robarte —contraataqué, frunciendo el ceño—. Toc, toc, es hora de su asalto semanal, abran la puerta para no tener que tumbarla y dejarlos como colador.

Débil [Libro 1] ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora