Epílogo

234 21 36
                                    

Me puse en alerta cuando se empezaron a escuchar pasos a mi alrededor, aterrada de lo que ocurría frente a mi nariz y no era capaz de ver

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Me puse en alerta cuando se empezaron a escuchar pasos a mi alrededor, aterrada de lo que ocurría frente a mi nariz y no era capaz de ver.

Había despertado atada de manos y pies a una silla, y me habían vendado los ojos y la boca, por lo que estaba por completo indefensa. Incluso intenté gruñir o gritar para llamar la atención de mis captores, pero no había conseguido nada en todo el tiempo que llevaba consciente, que era quizás media hora. No lo sabía en realidad.

Los pasos se hicieron más fuertes y antes de que pudiera reaccionar, algo se deslizó a lo largo de mi brazo izquierdo hasta llegar a mi hombro. Reconocí después de unos segundos que había sido el roce del dedo de uno de ellos.

—Vaya, ya estás despierta —dijo con un tono animado. No logré identificar de donde provenía su voz, pero estaba segura de que no era el que me había tocado—. El jefe va a estar encantado de tenerte aquí. Tus amigos son algo tontos, ¿lo sabías?

Gruñí en respuesta, a pesar de que no podía pronunciar ni media palabra por estar amordazada. Quise decirle que tonto era su padre por no usar protección, pero no pude.

—Oh, si es cierto que no puedes hablar ahora. Bueno, hablaré yo por ambos, ¿te parece bien? —siguió hablando como si nada, y podía asegurar que estaba sonriendo—. Diste pelea en esa furgoneta, ¿no crees, Gaspar?

—No pensé que esta personita tan chiquita lograra desencajarme la nariz, Horacio. Debo admitirlo —replicó el otro, justo detrás de mí.

—Le diste un buen golpe, niña, no me sorprendería si...

Los dos hicieron silencio cuando más pasos repicaron en el suelo. Ambos soltaron un suspiro cuando dejaron de escucharse y en su lugar, un grito llenó la habitación.

—¿Se puede saber qué les sucede, idiotas? —se quejó el nuevo integrante, voz que al instante reconocí como la de Jake—. En ningún momento les dije que la ataran a una jodida silla y la amordazaran. Si el jefe se llega a enterar de esto les va a... ¿saben qué? Olvídenlo.

Con un movimiento rápido me quitó la venda de los ojos y boca, permitiéndome por fin abrir los ojos y acostumbrarme a la luz que entraba desde las ventanas. Eché un vistazo rápido a mi alrededor para saber donde demonios estábamos, y no me sorprendí al reconocer que su cuartel secreto era una fábrica de productos químicos. Todo se veía antiguo y sin utilizar, pero si te fijabas más allá de su apariencia abandonada, podías darte cuenta de que alguien pasaba tiempo allí cuando notabas que no había polvo sobre ninguna superficie.

Estábamos en una habitación llena de estanterías y envases con calaveras tenebrosas, que no tardé en conectar con los químicos que se utilizaban para fumigar.

De ahí la furgoneta de Jumanji, me atreví a suponer.

—Escucha, Adelaide, lo siento por cómo ocurrieron las cosas, pero déjame desatarte y...

Débil [Libro 1] ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora