⍣ Capítulo 2 ⍣

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Capítulo 2

Uno ochenta y seis de pura sensualidad y erotismo. Mandíbula bien definida, nariz recta, espalda ancha, brazos y piernas atléticas, abdomen plano con cuadros definidos, piel muy clara, cabellera negra y ojos igualmente oscuros. Era verlo y derretirse como helado en plena temporada de verano. El poder sexual de aquel hombre era imposible de dejar pasar. Imposible.

Mew Suppasit, de treinta y ocho años, tenía la típica pinta de chico malo. Y lo era, un asesino no podía considerarse una buena persona por más apariencia jodidamente angelical que tuviera. Aunque en su defensa podía alegar que en realidad no tenía nada en contra de sus víctimas, sin embargo, matar era su trabajo, así que todo lo relacionado al mismo lo dejaba lejos del ámbito personal.

Generalmente era amable, tranquilo y llevadero, quizás poco demostrativo y controlado. Eso con las poquísimas personas que lo conocían pues, con extraños, la mayor parte del tiempo solía actuar con sigilo, seriedad y prudencia, se le consideraba un hombre bastante taciturno, solitario y hasta antisocial. Y ese era el pan de cada día de su personalidad tan...variable.

Presentes en su vida, había episodios en los que se le podía ver eufórico y lleno de energía, sonriendo y siendo incluso hasta coqueto porque sabía que su físico le ayudaba a atraer personas de ambos sexos, aunque él solo se iba a la cama con chicos. Su vida sexual no era muy activa en realidad, pero de vez en cuando necesitaba atender menesteres propios de su masculinidad.

Sin embargo, lo que nadie sabía, a excepción de su familia, era que dichos cambios de estado de humor, se derivaban del trastorno de identidad disociativo* que padecía desde hacía muchos años tras y el cual aparentemente estaba aparentemente controlado con las medicaciones que los doctores le habían indicado. Aparentemente. No obstante, de vez en cuando, una conducta rebelde y hasta socarrona lo hacía saltarse el tratamiento cayendo en cambios extremos de humor, que no era más que una de las tantas personalidades que él decía tener, tomando el control de tal o cual situación.

(*Lo que antes era conocido como trastorno de personalidad múltiple).

- Lo quiero muerto a más tardar mañana – "mujeres", pensó Mew sin cambiar su imperturbable semblante.

- Gulf Kanawut tiene más y mejor seguridad que nuestro rey – indicó Mew refiriéndose al soberano que gobernaba su país – no es fácil llegar a él – declaró.

- Su puta seguridad me importa un carajo – dijo la joven alterada. Trataba de sonar ruda, pero en verdad se veía ridículamente aterrada ante los observadores ojos de Mew.

- No es como que él vaya por la calle o paseé por el centro comercial todos los días – comenta Mew tratando que de su clienta entienda el punto y la dificultad que tiene matar a Gulf – él ni siquiera sale de casa a menos que sea necesario y cuando lo hace, es bajo el más alto régimen de seguridad que jamás he visto en mi vida, mi víctima no es cualquier persona, y eso hace que mi propia integridad esté en peligro también –

- Te pagaré el doble – insistió la mujer – la mitad hoy y el resto cuando vea el cadáver de ese infeliz –

- Haré mi trabajo por el precio estimado desde un principio, pero trabajaré a mi tiempo – advirtió Mew – no estoy acostumbrado a que me digan cómo hacer mi trabajo, yo sé lo que hago y cómo lo hago – miró a la mujer con desprecio.

- Y yo como cliente puedo exigir el servicio que mejor me parezca y quiero muerto a ese cabrón hijo de puta, mañana mismo – sin duda la rabia salía por los poros de esa mujer, pero seguía mostrándose nerviosa.

Enemigo PerfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora