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Las jornadas laborales definitivamente eran más pesadas que en las prácticas dentro de la escuela, la presión de estar de un lado a otro, es dura

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Las jornadas laborales definitivamente eran más pesadas que en las prácticas dentro de la escuela, la presión de estar de un lado a otro, es dura.

Más eso no era una razón para que Itadori Yuuji se rindiera, no importaba cuanto tiempo pasaba en el hospital, era su vocación y de verdad estaba dispuesto a ayudar en todo lo que pudiera por las personas. No importaba si tenía que soportar la conducta pesada de su superior, Ryomen Sukuna.

Aquel hombre era demasiado atractivo, atraía –más que nada– a las damas de diferente edad, incluso hombres. Al tratar con los pacientes es lo contrario a lo que suelen decir. Y la verdad es que la manera en que lo hace es demasiado significativo para Yuuji, de todo el personal es el único que ha durado más de 15 días.

Todos le hacen las mismas preguntas ¿Cómo le haces? ¿Qué te hace? ¿Por qué sigues trabajando con él? Cuando el mismo también se cuestiona ¿Por qué lo soporta? Sus desprecios, sus críticas, sus regaños, sus insultos, su superficialidad, la manera en que se dirige a los demás ¿Por qué?

—Por favor, continúe visitando al nutruologo, no me falle, cuide esa dieta.

Ah, es eso, cuando se trata de su trabajo hace a un lado su pésimo carácter y de la mejor manera da sus consultas, sus consejos.

—¿Vas a quedarte ahí parado?- Se burla desde su escritorio, en donde tiene los ojos puestos -con unos ligeros lentes oftálmicos negros- sobre la computadora; tecleando.

El paciente ya se había ¿En qué momento? Perdió la noción del tiempo estando en sus pensamientos.

—No Ryomen-senpai, llamaré al siguiente paciente- De la pared en que estaba tomando nota para su registro semanal de prácticas, sale del consultorio; las paredes pintadas de blanco, un escritorio amplio con una computadora rodeado de papeles y lapiceros, en la pared trasera donde Sukuna da la espalda esta un negatoscopio y a menos de dos metros, lateralmente del escritorio hay una cortina azul, que divide el cuarto.

El día trascurre rápidamente, los pacientes suelen ser molestos pero ahí está el pelirosa –piensan que es hermano menor de Sukuna por la aparecía, cuando da gracias de alivio que no sea así– para calmar y poner a las personas en orden.

Finalmente era su hora de descanso, tenía que dar crédito a su superior por este gesto noble de otorgarlo cada día. No obstante, hoy parecía que no.

—Bromea conmigo ¿cierto?

Realmente era algo difícil de procesar, Sukuna lo estaba invitando a comer.

—¿Es momento para eso? No juegues mocoso, te necesito en el mejor estado dentro del quirófano— Toma las llaves de su auto y abre la puerta, antes de salir por el consultorio le dirige una mirada indiferente y añade -Alista tus cosas, te quiero en menos de 10 minutos abajo-.

Solo, en el cuarto, pasa aquella cortina azul, abre la puerta y camina por el corredor tomando el lado derecho para tomar el ascensor y recoger sus cosas. Llega a su casillero, al abrirlo de su mochila toma su ropa, se cambia sin que nadie lo vea. Coloca su uniforme dentro del casillero. Por último solo toma lo básico; celular y cartera.

Dear DoctorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora