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Las palabras son indispensables pero entre nosotros no existen, solo las acciones significan tanto y a la vez nada


No podía significar algo o ¿si? —Se cuestiona sentado en una banca, como de costumbre mirando al patio repleto de flores, árboles— A mi parecer solo esta jugando— Desprende un ahogado suspiro— Aún si fuera... No quiero saber nada.

Se levanta de la banca de madera para recibir con una alegre sonrisa a su superior, quien lo invita a almorzar. Aquel individuo estaba impaciente, su contratiempo es que una de sus pacientes llegó tarde y forzosamente quería ser atendida, le imploraban con respeto y de manera pacifica a que se fuera, por poco llamaban a los guardias de seguridad. Pero, Gojo tuvo su momento de debilidad, una caja repleta de dulces, en especial chupetes fue colocada frente a él, quien estaba en la puerta del consultorio, listo para salir. 

—Lo siento Yuuji ¿Te hice esperar mucho?— Pregunta al acercarse a Yuuji y pasar su blanca palma sobre aquellos mechones rosados.

—Para nada Gojo-senpai ¿Nos vamos?

Ah, esa sonrisa tan brillante bajo los rayos del sol, es simplemente espectacular, sin duda alguna enamoraría a cualquiera. 

—Claro, tengo un lugar pensado— Despega su mano de Yuuji y la coloca a un lado suyo tras avanzar aquel chico a la salida, por lo que también avanza. 

—¿Esta... lejos?— Voltea hacia atrás en dirección al albino. 

—No, es cercano, solía pasar muy frecuente— Se detiene y mira al precioso cielo de tono idéntico al de sus ojos, haciendo memoria —No es lujoso pero definitivamente tiene comida deliciosa— Regresa su mirada al chico de ojos color caramelo y vuelve a caminar, esta vez a un constado de él.

—Entonces no habrá problema. 


Tras caminar en la calle cruzando carriles, personas que se dirigen a su destino, automóviles que circulan y demás, por unos cuantos minutos, llegan a un local de comida casera

—No me diga que... vamos a comer aquí

—¿Algún problema, Yuuji?— Curioso entre nervios voltea a su lado derecho para observar la reacción del menor.

—¿Bromea? ¡¡Es perfecto!! Yo solía venir seguido... Whaaaa ¡¡Extrañaba venir!! 

Lo único que sabía Satoru es que estaba contento de ver a su kohai con una gran sonrisa y sus ojos parecían brillar, mas que el mismo oro. 

《Tan lindo, hay que cuidarlo》Pensó Satoru. 

Ingresaron al local de comida y fueron bien recibidos.

—¿¿Satoru-san?? ¿¿Yuuji-kun??

Una chica se acerca a ellos con unos ojos entusiasmados, sin duda alguna era encantadora; cabello largo color negro con una ancha diadema blanca de tela, que divide su fleco de lo demás, recogido en una trenza de lado.  

Ambos al ser nombrados, dejaron de mirar la gran cartelera de plástico grueso y de llamativos colores que estaba en el mostrador —donde toman las ordenes—, dirigen su mirada a la chica que vestía de un mandil blanco y debajo de ello, traía ropa casual.

Dear DoctorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora