C-7

468 52 39
                                    

『No quiero, pero no puedo evitar sentir lo que alguna vez juzgué』

Su momento ha llegado, en el que va a «tomar cartas en el asunto» respecto a lo que últimamente ha sido motivo de su jodido insomnio, y quizá tenga cambios drásticos tanto para bien, como lo opuesto.

Es por eso que se encuentra en este sitio, no es malo pedir ayuda cuando se sienten demasiado frustrados, ansiosos, cansados, confusos y demás malestares, físicos o mentales, son válidos.

La gran oficina donde ha pasado incontables veces. Recuerda la primera vez que lo hizo, fue para hacer un trato respecto a su servicio, que para su suerte fue atendido y negociable.

Al principio consideró que por esa rígida actitud del gerente, tan firme sin alguna pizca de inseguridad, sería rechazado.

Claro, las primeras ocasiones nada es tan fácil, pero se esforzó demasiado para demostrar de lo que es capaz y que en verdad merecía una oportunidad. De ese modo, en tan poco tiempo logró tener una conexión con él —la cuál creía imposible porque su manera de abordar las cosas era diferente, Yuuji muy entusiasta y Nanami tan tranquilo, sin prisa, parecía de mal humor—, comenzó a agarrarle una especie de cariño y un inmenso respeto, de los cuales nació la confianza.

A pesar de las honestas y rudas respuestas que lanzaba su superior, podía comentarle cualquier cosa. No seguía sus bromas o chistes, por mucho que lo intentara, por lo contrario, él notaba las inquietudes o los errores, y su manera de solucionar no era despiadada, sino que comprensiva y llena de paciencia, eso lo hacía sentir seguro y ante todo cómodo.

Dado a qué Nanami tenía demasiadas responsabilidades y trabajo por hacer, no le era posible instruir correctamente al chico. Por lo tanto, tomó una repentina decisión —de la cual estaba completamente seguro de que lograría encajar—, una dónde Yuuji podría aprender lo necesario para sus objetivos; ¿De qué le serviría estar a lado de alguien que se encarga de montones de papeleo y asistir a reuniones aburridas? Casi como un secretario, Yuuji es para algo más.

Efectivamente, que Yuuji estuviese con Sukuna era lo mejor, no había nadie más capacitado y experimentado para lo que ocupa. Por supuesto, la posibilidad de que fuese fácil era escasa, pero aún así no dudo en el pelirosa, de ser capaz, porque tiene sueños, ambiciones y una potente fuerza de voluntad; nunca se rindió en que Nanami lo mirara y le diera un sólo halago, conseguido en menos de un mes.

Estar ahí es indispensable, bueno, de todos modos tomó el coraje y decidió hacerlo, no hay marcha atrás. El área de trabajo de Nanani siempre ha sido fresco, con un agradable aroma, ordenado y sencillo. Eso lo hace pasar la tensión junto con todas esas preguntas derivadas a: «¿Qué estoy haciendo?».

—Nanamin, ¿Usted qué opina respecto a Sukuna? —Decidido, más que nunca, cuestiona. Estando sentado frente al escritorio en una silla con ruedas, mientras aprovecha dar vueltas en ella y espera la respuesta, aún sabiendo que sería muy cortante o lo mandaría lejos algo como: «En serio, ¿A eso viniste?» o «Estoy muy ocupado».

Un flujo de tormentosas inseguridades estúpidas recorren su mente por un instante.

Así mismo, se formaban mil y un posibles respuestas, volviéndose una eternidad; demasiado incomoda. La razón que le hacía sentir menos seguro, es el hecho de que Nanami se encuentra haciendo papeleo tras papeleo, lo cual es entendible porque es el jefe.

Justo cuando se detuvo en la silla giratoria, Nanami dejó de realizar su actividad y dirigió toda su atención a él, elevando y cruzando firmemente sus ojos con los de tono caramelo.

—Las personas heridas no son fáciles de sanar, requiere mucho esfuerzo, tiempo, dedicación y paciencia. Por otro lado, es un doctor de excelencia, tu mismo has de saberlo.

Dear DoctorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora