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Yo decido que vida de mierda quiero vivir, lo difícil es afrontar lo que menos quisiéramos entre las mil y un consecuencias posibles.

Los rayos del sol que atraviesan la ventana se posan en el divino rostro de Yuuji, provocando que se despierte.

Mira a su desconocido alrededor, se pregunta en dónde está, pero poco tiempo después recuerda que es el cuarto de invitados del departamento de Sukuna.

Que ironía.

Era la primera vez que conocía dónde vivía Sukuna, alguna ocasión se imaginó que lo vería de lejos, no que compartiría el techo como este día.

No estaba nada mal la idea, mas, no del todo le orgullecía.

Dejando de lado sus pensamientos, revisa la hora en su celular dejado anoche sobre el mueble a un lado suyo.

¡Por Dios! ¡Era demasiado temprano! Ni en su casa se despierta a esas horas de la mañana. Excepto cuando le tocaba entrar al trabajo temprano.

Estaba a un cuarto de hora para que fuesen las siete.

Tiene demasiadas ganas de consolar el sueño, lo intenta, pero no lo logra en absoluto. Así que pasando un buen rato, mejor se levanta para explorar un poco el apartamento, si se encontraba a Sukuna... ya pensaría algo.

Para su mala suerte, tenía que inventar algo. Eso creía, pero de hecho, Sukuna quien ya esta levantado tomando una taza de café en el comedor, lo saludó como nunca se le había cruzado por la mente.

—Buenos días, Sukuna —regresa cortésmente el saludo matutino.

De algún modo, Yuuji se acerca a él mientras, durante ese trasncurso, Sukuna prepara una taza de café para Yuuji.

—Desayuna, mocoso.

Estando cerca de la mesa al otro lado de la división entre la sala y cocina que tiene una gran abertura rectangular (permite ver parte del interior de la cocina), observa gran variedad de bocadillos, pastelillos y panes.

Sin duda alguna se ven demasiado tentatores.

Yuuji se sienta frente a Sukuna, no pueden despegar la mirada del uno al otro, aunque Yuuji la desvía de repente, la devuelve.

Yuuji mira como Sukuna da unos pesados sorbos a su taza de café, el como su manzana de Adán se moviliza ante los tragos que pasan, para muchos sería extraño ver eso, pero para Yuuji fue bastante atractivo, que incluso le hace obtener un leve sonrojo. Del cual Sukuna se da cuenta.

El mayor deja su taza blanca en la mesa para darle a Yuuji una sonrisa bufa, como si dijese «Sé lo que estás pensando».

Entonces, Yuuji toma su taza para fingir demencia. No esperaba que el café fuese de su gusto, ni tan dulce ni tan amargo, justo en su punto y de sabor capuchino.

Le agrada el sabor que hasta olvida lo de hace un momento.

—Prueba este —sugiriere Sukuna estirando la mano con un pastelillo de chocolate que tenía una forma telaraña de color blanco encima.

A decir verdad, con sólo verlo le hace sentir ganas de babear, pero claro que eso no pasaría, no frente a Sukuna.

—Gracias.

Sin más, Yuuji toma la sugerencia de Sukuna y la prueba. El primer mordisco fue suave y demasiado exquisito, la textura era que al estar en su lengua se disolvía la cubierta de chocolate. En las próximas mordidas se le da una sensación algo diferente, dulce pero frío, era el reyeno. Finos trozos de fruta.

Dear DoctorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora