Leah Harvelle llegó a Beacon Hills en busca de un hogar, anhelaba ser libre y vivir en la tranquilidad que realmente necesitaba. Por desgracia se encontraba huyendo de una familia de cazadores extremadamente sanguinarios y no era para menos pues ase...
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Leah Harvelle
—Es la primera vez que entra con invitación.— fue lo primero que salió de mí en el momento en el que abrí la puerta permitiéndole la entrada, luego la cerré haciéndole frente.
No tenía ni la más mínima idea de cómo iniciar la conversación que llevaba retrasando desde hace mucho tiempo. Al mirarlo a los ojos percibí que mi corazón aún latía con frenesí y que mi respiración se aceleró convirtiéndose en una superficial, ambos síntomas del nerviosismo que me recorría. Por más que quisiera negarlo e ignorarlo, sabía a la perfección porqué me sentía así. Una vez más había tomado la decisión errónea de sentir atracción hacia el hombre incorrecto.
En algún punto de nuestros encuentros sucedió, solo que no podía discernir en cuál de todos fue. No sabía si fue en el momento en el que me atropelló por accidente y rápido bajó del vehículo a disculparse con un tono de voz que nunca olvidaré o cuando me enfrentó un sin fin de veces denotando que me veía como a una igual, no como a alguien inferior, ni siquiera como a un monstruo de los que él suele cazar.
Rememoré cada uno de nuestros encuentros, de cómo fluyeron entre nosotros conversaciones que nos posibilitaron conocernos con más profundidad, de cómo nuestra relación que comenzó horriblemente mal terminó por convertirse en algo más sereno, en reuniones llenas de ingenio compartido.
Sabía que no podía continuar con esto, no cuando estaba lastimando a la gente. Christopher tenía una familia y me rehusaba firmemente a quebrantarla, a seguir ocasionando que Allison bajara sus calificaciones por el simple hecho de que ni siquiera podía dirigirme una mirada, a causarle un dolor innecesario a Victoria por algo que jamás podría ser.
Tenía que conseguir que me viera como su enemiga y solo había una forma de lograrlo. Revelarle el hecho de que era una homicida inevitablemente nos distanciaría. El cazador nunca podría perdonar eso, él se regía estrictamente por su código, se suponía que su deber era encargarse de las criaturas fuera de control, de los asesinos que acumulaban cadáveres mutilados por garras y colmillos. Yo sólo arrastraba uno, pero fue suficiente. Christopher no tendría porqué hacer una excepción, su educación y su código le exigían ocuparse de la situación, proteger a aquellos que podrían ser víctimas de monstruos que perdieron la voluntad bajo la luna llena y los instintos sangrientos y animales.
Protegí a mi hijo, y lo volvería a hacer una y otra vez sin importar las consecuencias, porque, por experiencia, tenía la fuerte y certera noción de que los humanos también eran monstruos. Muchas de las criaturas sobrenaturales eran inocentes, las cuales solo habían sido perseguidas y cazadas brutalmente por el pequeñísimo hecho de que eran diferentes.
Necesitaba eso. Quería que Christopher intentara cazarme, que me odiara porque de esa manera sería más fácil deshacerme de los sentimientos que me embargaban.