Prólogo

614 64 55
                                    

La suave brisa del atardecer refrescaba el bochornoso ambiente dentro del carro, el hermoso paisaje que recorrían a gran velocidad desvió sus oscuros pensamientos a unos más alegres como el verde de los árboles, arbustos y demás vegetación que dej...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

La suave brisa del atardecer refrescaba el bochornoso ambiente dentro del carro, el hermoso paisaje que recorrían a gran velocidad desvió sus oscuros pensamientos a unos más alegres como el verde de los árboles, arbustos y demás vegetación que dejaban atrás en su camino. Estaba demasiado molesta, aburrida y harta de repetir lo mismo todos los años: empacar, desempacar, evitar a la gente por un tiempo para después volver a empacar y buscar un nuevo lugar, como los antiguos nómadas que iban de un lado a otro sin establecerse en un sitio fijo. Así se sentía Naomi.

El cansancio y dolor por la nueva mudanza le estaba cobrando factura, sus ojos fueron cerrándose sin poder evitarlo la inconsciencia la arrastró a las profundidades de un pasado aún confuso.

Una imagen borrosa llegó a su memoria, poco a poco fueron definiéndose los colores y contrastes de aquel lugar que, en algún momento, le inspiraron la calma que solo una pequeña niña podría sentir muy lejos de las preocupaciones que hoy en día la atormentaba cada vez más.

—Naomi, cariño —Nilsa, su madre, la llamaba desde el otro lado del parque—, no te alejes mucho, nena.

—Sí, mami —contestó risueña.

Tan solo tenía cuatro años cuando, recorriendo con emoción los divertidos juegos en el parque, vio a lo lejos unas extrañas y muy lindas figuras que la llamaban con voces angelicales. Con lentitud, se fue acercando guiada por la curiosidad, esperando no ser descubierta antes de tiempo por su madre. Llegó al límite que separaba aquel parque con el espeso bosque que se extendía más allá de las montañas, viendo así a dos peculiares chicas danzando con alegría entre los árboles.

—Hola linda —susurró una de ellas— ¿Cómo te llamas?

Era una chica esbelta, de larga y lisa cabellera dorada que ondeaba suavemente con el viento, de brillantes ojos de un azul profundo como el mar. Su blanca piel pálida tenía un extraño resplandor plateado, pero a pesar de eso su belleza era extraordinaria.

—Me llamo Naomi —respondió sonriente— ¿Tú quién eres?

—Puedes llamarme Gill, dulce niña —contestó acercándose—, y ella es mi hermana, Jaz.

Señaló a la segunda chica justo detrás de ella, de largo cabello rojo brillante y oscuros ojos dorados.

—Eres una dulce niña, Naomi, pero... —comentó Jaz acariciando sus mejillas— tu energía resplandece y... tu sangre nos llama...

—¿Quieres venir con nosotras, pequeña Naomi? —preguntó Gill con dulzura, fijando sus ojos en ella— Jugaremos juntas todo el tiempo que quieras y comeremos muchos dulces, será divertido.

—¿De veras? —exclamó entusiasmada, atrapada por el hechizo de su mirada— Pero mi mami...

—Tu mami no sé molestará, ella quiere que te diviertas —interrumpió Gill.

✅Sangre Mestiza I [Saga Mestiza Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora