13. Jugando al científico loco

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A regañadientes y muy en contra de su voluntad, se levantó para ducharse y alistarse a no ser que quiera esperar la entrada forzosa de su madre

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A regañadientes y muy en contra de su voluntad, se levantó para ducharse y alistarse a no ser que quiera esperar la entrada forzosa de su madre. Eso sería muy malo y nada agradable de ver. Dejó que el agua fría sea quien la despertara y ahuyentara el sueño que cargaba encima, además, ayudaba a mitigar un poco el dolor de sus músculos. Sin embargo, no pudo evitar que sus heridas ardieran como si les estuviese rociando alcohol a chorros.

Ese día puso mucho más esfuerzo en su apariencia, las ojeras estaban apareciendo bajo sus ojos por lo que dedicó un buen rato en ocultarlas, un poco de corrector y polvo no estaba de más. Se dejó el cabello en una larga trenza sobre su hombro, una vincha delgada de un azul brillante adornaba su cabeza. Sus ojos estaban un poco enrojecidos por el sueño, pero era fácil ocultar ese detalle, el café claro que usaba ese año le hacía ese pequeño favor. «Dos pájaros de un solo tiro» pensó sarcástica. Se colocó el buzo negro esta vez, era el más largo que tenía y el que ocultaría todas sus heridas del resto del mundo.

Bajó para desayunar, su madre ya la esperaba con mirada seria y los brazos sobre el pecho, su tardanza no había pasado desapercibida. Tan solo una buena taza de café negro y caliente termino por activar sus sentidos, esperaba mantener esa poca energía que había recuperado para sobrevivir el resto de la jornada de clases, ya el tiempo no le daba para desayunar completo.

Aun así, con aparente calma, salió al garaje para sacar su bicicleta sonriendo al ver que en la acera de su casa ya la estaban esperando. Luke mantenía la vista seria y fija en ella, con los brazos cruzados sobre el pecho al igual que su madre. Se le hizo un tanto cómica la escena, al parecer también lo había hecho esperar.

—Buenas noches, bella durmiente —saludó un poco molesto— ¿Qué tal dormiste?

No entendía la razón de su malestar, pero su pregunta la puso en alerta.

—Muy cómodamente en mi suave camita —contestó con una gran sonrisa— ¿Y tú, mi querido vecino chismoso?

—Ni creas que solo por poner ojitos de perro regañado te salvas —continuó con su reprimenda sin sentido.

✅Sangre Mestiza I [Saga Mestiza Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora