10

7K 591 132
                                    

Piero De Lucca.

No debí haberle hablado así, ni decirle todas esas cosas que pasaban por mi cabeza. Yo era malo, estaba maldito, no merecía ser feliz y ella...ella en el fondo me ocultaba algo; que yo descubriría.

Yo era Piero De Lucca, todavía no había nacido la persona que pudiera jugar conmigo y salir ilesa.

La pregunta era: ¿cuánto estaría dispuesta a arriesgar para mantenerse a mi lado?

Tendría un hijo y me iba a casar.

Antonella no entraba en esta ecuación.

¿Ponerla a prueba para que se asuste y se aleje?

Nadie quería oscuridad en su vida, o quizás ella no era la luz después de todo.

Me gustaba; poseía la belleza de un ángel, me plantaba cara, tenía su toque de misterio que la hacía aún más adictiva, sus labios...cada vez que abría la boca para retarme daban deseos de estamparla contra la pared y devorar cada centímetro de su cuerpo.

Me dirigía hacia su departamento, intenté alejarme de ella pero solo lo logré dos días y porque estaba ocupado con los asuntos de la boda, que se había retomado.

Chiara parecía una persona diferente, pues estaba tan tranquila que daba miedo.

Toqué el claxon una vez más hasta que logré verla despidiéndose del portero. Le sonreía a todo el mundo, no entendía cómo podía estar siempre tan feliz.

—Buenas noches —Subió al auto, sonriente.

—¿Qué?

De repente metió una cereza en mi boca y comenzó a reír.

—¿En serio, princesa?

—Tengo ganas de besarte —se encogió de hombros.

Yo también.

—Me sorprendió tu mensaje —agregó.

—Quiero llevarte a un lugar.

—¿Adónde?—preguntó, frunciendo el ceño.

—Ya lo verás.

Asintió y se mantuvo en silencio mientras yo me encargaba de llegar al club donde sabía que estaría mi nuevo objetivo.

—¿Dónde estamos? —miraba con la boca abierta a través de la ventanilla.

—¿No conoces este lugar?

—No, no tiene buena pinta, estoy segura de que es ilegal.

—Y así es, pero lo ilegal es más placentero.

Quien la viera pensaría que no era capaz de romper un plato.

—Creí que querías estar solo conmigo en un lugar tranquilo —Hizo pucheros como una niña pequeña.

— Quiero estar solo contigo, pero también tengo que trabajar —la puse a prueba— necesito que me ayudes, si quieres claro.

—¿Qué tendría que hacer?

—Hay un hombre muy importante, me urge que firme un contrato pero siempre que está a un paso me inventa alguna que otra excusa y retrocede.

—¿Yo qué gano?

—Me demostrarías que eres igual a mí.

—Entremos —me preocupaba su disposición. ¿Hasta dónde puede llegar?

Le pedí un trago al barman mientras observaba a Antonella coquetear con Saúl Bein.

Mi padre lo necesitaba de nuestro lado. Sus barcos eran unos de los mejores después de los de la familia Rinaldi.

Adictiva Perdición ✓ [Próximamente en Físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora