25

5K 444 24
                                    

Antonella Lombardi.

Termino de escoger el menú y el camarero se despide cortés con el pedido. Donato acaricia mis nudillos con sus dedos.

— Deberíamos haber traído a Ágata —reprocho.

— Amor, es nuestra noche — comentó— Estará bien con Luigi.

— Sé qué estará bien con mi hermano, pero sabes que no me gusta alejarme de ella.

Cuando Ágata nació, despertó en mí un instinto protector que no sabía que existía. La primera vez que la tuve entre mis brazos la sentía tan débil y vulnerable rodeada de tanta mierda. Que me juré a mi misma que nunca le pasaría nada.

El restaurante donde estábamos era de alto reconocimiento por la exquisitez de sus platos y la buena atención de los empleados. Por lo que no me sorprendió cuando los vi llegar agarrados de las manos, con sus dedos entrelazadas. Mostrando afecto frente a todos. 

Joder.

— Que coincidencia —llegan hasta nosotros— ¿Qué les trae por aquí?

Lo que me faltaba, Piero y su prometida: portando un glamuroso vestido color fuego. Él va de negro con un espléndido traje. Sus ojos se posan sobre mí es como si dos dagas atraviesan mi corazón. Quemando todo a su paso.

Trago en seco.

No quería verlo, la última vez que ocurrió Donato me había encontrado desplomada en el suelo y tuve que inventar una escusa para que no sospechara.

Las manos me comienzan a sudar.

Los cuatro nos saludamos con hipocresía.

— Celebrando aniversario —le dice mi marido.

— ¿Cuántos? —Piero enarca una ceja y le pregunta directamente a Donato. 

— Cinco — respondo tajante. Sin darle tiempo a contestar.

A ti no te importa. 

Sospecha algo.

No sospecha nada, porque no hay nada.

— Tomen asiento —ofrece mi marido.

«Imbécil»

— Amor de seguro tienen planes —intervengo. Le regalo una falsa sonrisa a la pelirroja— Déjalos disfrutar de la noche a solas.

— No veo ningún problema en quedarnos un rato con ustedes — me mira con grandezas y me dan deseos de arrojar la copa de vino a su cara— La noche a penas comienza. 

Esa estúpida cara que tantas veces ha estado cerca de mi rostro, esos labios que muero por volver a besarlos, sus manos acarician con cuidado la piel desnuda del hombro de su prometida y yo aprieto mis dientes con rabia cuando la mira con el mismo brillo que me miraba a mí. 

Maldición. 

— Muy bonito el vestido —Kassandra me habla— Te combina con el color de tus ojos. 

Zorra.

No la ataques, ella está siendo agradable.

— Gracias —no quiero ser su amiga— El tuyo combina con tu cabello. 

— Lo sé, es bonito. Piero lo escogió precisamente para mí.

En tu cara perra.

¿Ahora quien ataca a quien?

Con cada mirada, roce, contactos entre ellos, yo caigo en picada.
Me asfixio, no es un simulacro, me estoy asfixiando. Necesito huir.

Mi teléfono comienza a sonar y me sobresalto cuando lo saco del bolso y veo de quién se trata. Esto definitivamente era lo último que me faltaba. El culpable de todo.

Adictiva Perdición ✓ [Próximamente en Físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora