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Piero De Lucca.

Me terminé de vestir y observé a través del espejo a la mujer que se arreglaba su vestido, parecía un ángel, nadie diría que hasta hace unos cinco minutos me follaba como una fiera.

Mi teléfono se encendió y lo apagué al ver de lo que se trataba.

— Debo irme —informé.

Antonella rodeé mi cuello con sus manos. 

— ¿Amantes? —me preguntó a centímetros de mi boca.

Había tantas cosas que nos impedían estar juntos, y lo peor era que ella lo sabía, pero lo escondía tras el brillo de su mirada, porque realmente se enamoró de mí; y yo de ella. Técnicamente, soy el asesino de era madre y esa era su propia lucha interna.

— No me gusta, es evidente que me amas y tan simple — negué — que no me gusta. 

Puso los ojos en blanco, era tan orgulloso que no le diría te amo por segunda vez en la noche. 

— ¿Entonces qué? —me besó.

— Tú y yo no podemos tener una relación común y corriente con sus maripositas de color rosa.

— ¿Quién te dijo que yo quiero flores y bombones?

— ¿Qué quieres entonces?

— Que me cojas del cuello —se mordió los labios— y me digas que soy tuya. 

Joder.

Solo eso me bastaba para querer follarla de nuevo.

— Ganas tengo —sonrió— pero tengo que irme.

Su mano bajó hasta mi polla y la frotó sobre la tela. 

— ¿No te puedes quedar unos segundos?

— No, no tientes a la bestia si ya conoces el resultado, unos segundos no son suficientes para mí.

— No subestimes a la presa, Piero.

— No te subestimo —le di un casto beso—. Sé que estás a mi altura, por eso me voy. 

Salí rápido de ahí, porque de lo contrario terminaría embistiendo su coño.

En el pasillo me encontré con un joven medio torpe que se puso nervioso al verme, me saludó con un leve movimiento de cabeza y tomé una de las bebidas que traía en la bandeja.

Seguí mi camino hasta dar con el hombre que buscaba, me siguió hasta una zona más tranquila y dos putas se sentaron en sus piernas, yo rechacé las mías.

— ¿Qué averiguaste? —pegué mi espalda al respaldo del caro sofá—. Estaba muy ocupado cuando recibí tu llamada, que la información valga la pena.

Obviamente sabía que era uno de los mejores en su profesión, pero igual estaba con mal carácter.

— Tus sospechas eran ciertas — me dijo con dificultad al tener una mujer comiéndole el cuello — Efectivamente, él fue quien asesinó a la Señora Lombardi. 

— Siempre lo he sabido —bramé—. Ahora estoy seguro.

Me bebí todo el whisky y el líquido quemaba mi garganta cuando bajó.

— Los informes médicos eran falsos — me dijo—. Tuve que chantajear al doctor para que me diera los verdaderos, resulta que en más de una ocasión llegó al hospital golpeada, e incluso presentaba signos de violación.

— Es un cabrón — mis dientes se apretaron y terminé rompiendo el vaso de cristal que tengo en las manos.

— Piensa bien las cosas y actúa con cautela — me entregó unos documentos —. Esto fue todo lo que pude reunir. Debes saber cómo usarlo, llevas años cargando una muerte que no es tuya. 

Adictiva Perdición ✓ [Próximamente en Físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora