Capítulo 15

956 190 125
                                    

Mis ojos se abren de golpe y veo que hay un techo sobre mi cabeza. Una luz naranja parpadea y crea figuras inconexas sobre la madera, se mecen y cambian de forma. Percibo un olor a plantas secas e inciensos. Tengo miedo de incorporarme, pero lo hago de igual manera. El mundo se mueve a su ritmo natural y consigo echarle un vistazo a mi entorno, no sé dónde me encuentro ni como he llegado aquí. Una parte de mí teme descubrir lo que he hecho para llegar a este lugar. Y aunque la única manera de entrar es haber sido invitada, ya he perdido el control en diversas ocasiones como para tener la certeza de que nada bueno resulta de ello.

Sin embargo, no parece haber ningún cadáver a mis pies y no detecto el olor de la sangre por ninguna parte, lo cual es un alivio. Estoy sentada sobre un diminuto catre y la habitación está llena de estanterías con frascos de vidrio y tarros de arcilla. Cientos de velas iluminan el lugar, por lo que puedo observar los diversos tipos de plantas que cuelgan del techo al otro lado de la habitación, lo que lo hace oler como un jardín marchito. Una mesa está ubicada en el centro y encima de ella encuentro morteros, libros forrados en cuero gastado y más frascos de vidrio de colores. No sé qué contienen, pero tampoco me interesa averiguarlo.

Me siento bien, el dolor ha desaparecido, igual que mi camisa manchada. Una ligera túnica de algodón la ha reemplazado. La levanto para estudiar los daños; un moretón perfectamente circular es lo único que queda sobre mi piel. Todo lo demás está perfectamente curado, incluyendo los rastros de los zarpazos de Julian.

La bala ha desaparecido.

No tengo tiempo de preguntarme quien me la ha extraído cuando pasos resuenan por la diminuta escalera del rincón. Son cautelosos, casi vacilantes. Retrocedo en el catre y arrojo una mirada por el lugar; no localizo mis armas. ¿Las tenía a la mano antes de perder la conciencia? Un último recuerdo del cuchillo saliendo del pecho de Julian confirma mis sospechas. Oh, no... Busco por el lugar algo que me sirva para pelear y, antes de darme cuenta, una joven está al pie de la escalera.

Tiene un simple vestido gris y botas de piel gastada. Su cabello rizado está recogido en una coleta simple y desaliñada. Y sus ojos oscuros me perforan en la escasa luz.

—Vaya —dice—, me alegro de que despertaras.

Parpadeo. Creo haber retrocedido cinco años y no consigo pronunciar palabras.

Ella camina hasta el centro de la mesa y comienza a organizar todo lo que hay allí. Finge ignorar mi mirada, pero puedo ver que sus manos tiemblan ligeramente.

—Tienes suerte —continúa—; una bala como esa hubiese sido más que suficiente para matarte de haber impactado en tu corazón.

—¿Mariam? —logro decir finalmente.

La bruja deja de organizar brevemente para responder.

—Temo que mi madre ya no está con nosotros.

Por lo más sagrado, creo que voy a desmayarme.

—Margot...

Me cubro la boca con la mano y mi visión se vuelve borrosa. No puedo creer lo que ven mis ojos.

—Ha pasado un tiempo —dice ella, y su sonrisa es lastimera.

—¡Cuánto has crecido! —consigo decir.

—Y tú has dejado de envejecer. —Trata de que suene como una broma, pero su voz se quiebra y lucha con el nudo que se atora en su garganta.

—Yo... no...

Ella me interrumpe, alzando una mano para que guarde silencio.

—Después. —Desvía la mirada hacia las escaleras y la sigo. Jerome está apoyado en la pared y me observa fijamente. Me entran ganas de morirme, no estoy preparada para esto. Margot camina hacia las escaleras—. Los dejaré para que hablen.

De Piel y HuesosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora