Miro la puerta frente a mí con el ceño fruncido. Margot lleva un buen rato trabajando sobre ella, recitando palabras en un idioma que no comprendo y estirando las manos hacia esta como si esperase que se le viniera encima. Tal vez no sepa mucho sobre brujería, pero estoy bastante segura de que aquello que recita con tanto esmero no son hechizos de magia blanca. Lo libros que descansan a sus pies tampoco lo son.
Había tratado de echarle un vistazo a su contenido en algún momento, pero ella le había dado un golpe con la punta de la bota y lo había cerrado, sin siquiera mirar en mi dirección. Algo esconde, pero no me atrevo a preguntar el qué.
De bruja blanca a negra hay tan solo una línea, Elaine. Me había dicho una vez. Un paso en su dirección y habré vendido mi alma al diablo.
¿No se refería hacer magia negra a dar un paso en esa dirección? Y de serlo, ¿por qué la practicaba ahora? O mejor; ¿cuándo había comenzado a practicarla? Su renuencia a hacerme saber qué está haciendo solo hace crecer mi preocupación.
Le echo una mirada a Jerome, solo para ocupar mi cabeza en algo más. Algo ha cambiado en él en los últimos días; a simple vista parece el mismo chico que conocí en el aburrido Rochet, pero el brillo en su mirada se ha extinguido; su sonrisa, antes perenne, se ha desdibujado. Sin embargo, se le ve más decidido, más seguro. Temo que la traición de Giselle lo haya roto de manera irremediable.
Él me descubre observándolo y fuerza una sonrisa, pero está vacía. Todo él parece vacío.
—Voilà! —exclama Margot, alzando todavía más los brazos—. ¿Alguien ordenó un portal directo a Emeraude?
—¿De verdad funciona? —cuestiona Jerome, al perecer tan desconfiado como yo.
—Ah, monsieur —se jacta ella—, ¿cuándo ha fallado algo que yo haya hecho?
Sin más preámbulos, tira de la puerta para mostrarnos el interior y, en lugar del armario de escobas, un largo callejón se abre en su lugar.
Me pongo rígida al instante, reconociendo las calles de Emeraude al otro lado del callejón. El sol baña los adoquines con rayos dorados y las personas se desplazan de un lado a otro, ajenos a nuestra presencia.
—Vaya —dejo escapar un susurro, temerosa de que alguien lo note.
—No pueden vernos —agrega Margot, siguiendo el hilo de mis pensamientos—. Podríamos insultar a su madre a todo pulmón desde aquí y jamás lo sabrían. Recuerden que es tan solo un agujero, como una arruga en el mundo. Podemos ver del otro lado, pero no estaremos allí a menos que lo atravesemos.
—Bueno, pues no perdamos más tiempo.
Me quedo paralizada en mi lugar, solo observando. Margot ve mi vacilación y sonríe.
—Yo iré primero —dice—. Solo para demostrarte que no hay nada que temer.
Recoge sus libros y los guarda dentro de su bolsa antes de mirar fijamente hacia el portal y, para avivar mis nervios, atravesarlo.
No estoy segura de qué habría esperado que ocurriera; tal vez una explosión de luces o una distorsión en la imagen, como aquel día en que me hizo ver mi reflejo en el espejo. Pero nada de eso ocurre. Todo parece aburrido, en realidad. Si no supiera que se trata de un portal, y que estamos en una ciudad distinta, ni siquiera habría notado algún cambio mágico.
Margot se da la vuelta y mira en nuestra dirección, pero sus ojos parecen perdidos, como si no estuviéramos allí, tan solo a un metro de distancia. Aun así, extiende el brazo hacia adelante.
—No puedo verlos, pero sé que están ahí —dice—. Toma mi mano, Elaine, te ayudaré a cruzar.
Cojo una respiración y hago acopio de mi valentía para caminar los pasos que me separan de ella. Estiro el brazo y mi cuerpo da un respingo al sentir el contacto frío, como si hubiese atravesado una cortina de agua. Mis dedos rozan las manos de Margot y, antes de darme cuenta, estoy del otro lado.

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De Piel y Huesos
ParanormalneLas criaturas de la noche muerden para matar, o para condenar. *** Intentando escapar de un pasado que desearía poder cambiar, y arrastrando consigo el recuerdo de su hermana muerta, un amor no correspondido, y el deseo de venganza por el vampiro qu...