—Quince lyrios.
—Te doy cinco —regatea el viejo jorobado de la plaza.
—¡Es de oro! —gruño, exasperada por que quiera timarme.
El jorobado se lleva la cadena a la boca y la mordisquea con sus podridos dientes amarillos para comprobar que sea autentica. No es más que un ratero, pero no puedo arriesgarme a ofrecer la cadena en un lugar más decente, consciente de que aquella joya fue la que me metió en problemas en primer lugar.
—Te doy ocho. —Hago una mueca—. Nadie te dará un precio más alto por ella, niña. En especial si saben que la has robado.
Lanzo una mirada alrededor, pero no hay nadie lo suficientemente cerca que haya podido escucharle.
—No la robé.
—Pues en ese caso, te doy ocho lyrios. —Sus ojos van más abajo de mi rostro y puedo ver cómo cambian de interés—. Pero, creo que podría darte más de quince, si incluyes esa preciosidad que llevas al cuello...
Me llevo la mano al pecho y escondo el collar de medialuna con el anillo de rubí bajo mi camisa. Me lo había atado al cuello justo después de dejar Belmont, consciente de que, si hubiesen atacado mi cabaña antes de que hubiese estado allí, no habría podido recuperarlos.
—No está en venta. Y quiero los quince por la cadena.
El viejo me dedica un encogimiento de hombros y hace ademán de alejarse.
Después de acribillarlo con la mirada, accedo. El viejo saca una bolsa de monedas mucho más grande que la que llevo dentro de mi caja y extrae los ocho lyrios. Sé que no hay mucho que pueda conseguir por la cadena que le he arrebatado al tipo de la taberna, pero ahora que he perdido mi cabaña y me he visto obligada a dejar Belmont, necesito desesperadamente un lugar donde quedarme. Los tejados compartidos con las palomas o murciélagos no serían de nuevo una opción.
—Fue un placer hacer negocios con usted, mademoiselle —canturrea el jorobado, quitándose el destartalado sombrero de copa en un gesto de caballerosidad que no le queda—. Si robas algo más valioso por allí, o decides desprenderte de esa joya, no dudes en venir conmigo.
Me abstengo de enseñarle los dientes cuando me alejo de él, así como también de patearle la mesa donde exhibe sus cachivaches.
Cuento las monedas una vez más antes de guardarlas en mi bolsa para asegurarme de que no me haya timado más de la cuenta. Con algo de suerte, podría conseguir una segunda cabaña igual de acabada que la anterior. Rochet es más bosque que pueblo, y sobra decir que un pueblo miserable; conseguiría algo aceptable por un precio accesible. Ya había comenzado de cero una vez, puedo hacerlo otra. Esta vez debería ser más fácil, ahora que he aprendido a controlarme.
Camino por las desvaídas calles de Rochet viendo la vida pasar ante mis ojos; es un pueblo minero, así que todo es gris, negro y pantanoso. Hay un grupo de chicas en la esquina de una pequeña boutique, todas con coloridos vestidos en tonos pasteles, tan ajustados que no dejo de preguntarme si pueden respirar, e incluso si serían capaces de correr con todos esos volantes y listones. Una de ellas se sonroja cuando un hombre no mucho mayor pasa junto a ellas, inclinando su sombrero para saludarlas antes de continuar su camino. Veo las coloridas flores cuando paso junto al puesto de un hombre mayor. Son bonitas y aromáticas, en contraste con todo lo demás que las rodea. Llega a mí el olor del pan recién horneado al pasar junto a la panadería, y casi puedo añorar los desayunos de tostadas con mantequilla y miel.
El recuerdo no hace rugir a mi estómago. Ya no más. Puedo comer como solía hacerlo antes; mi cuerpo todavía es capaz de procesar los alimentos, pero no los necesita. No siento hambre ni el deseo de saborear los deliciosos crêpes de canela o mousse de chocolate.
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De Piel y Huesos
ParanormalLas criaturas de la noche muerden para matar, o para condenar. *** Intentando escapar de un pasado que desearía poder cambiar, y arrastrando consigo el recuerdo de su hermana muerta, un amor no correspondido, y el deseo de venganza por el vampiro qu...