Es bien sabido por todo el mundo que los conejos, una vez que tienen su primer celo, permanecen de esa manera la mayor parte de su vida, entrando constantemente en ese estado. Sin embargo, probablemente nadie se imaginaba eso cuando veían al ansioso Tweek. Quizá algunos ni siquiera podrían creer que ese chico ansioso y perpetuamente apurado pudiera ser una criatura sexual. Pero ese no es el caso de Craig.
Tweek yacía agitado sobre él. A diferencia del inicio, su sonrisa ya no lo asustaba y el adorable conejito lo había montado en su momento de necesidad. Nada podía gustarle más que sentirse dentro de Tweek y sentir como el miembro del chico humedecía su ombligo mientras saltaba hasta quedar satisfecho.
Craig recordaba cómo había iniciado todo eso. Los acontecimientos habían ido cambiando hasta que habían terminado de esa manera, aunque al inicio habían sido tan diferentes que parecían lo opuesto al presente.
Había conocido al conejito Tweek una tarde de tormenta, o al menos, eso había amenazado ser. Los relámpagos y los truenos habían sido la advertencia para muchos que se marcharon a casa, aunque otros, como él, se habían quedado al aire libre.
Como siempre, se había quedado en una de las ramas de los árboles, cuando identificó a alguien que avanzaba con particular prisa entre los arbustos. Por un momento, lo habían hecho creer que la carrera era por un motivo ajeno a la tormenta, pero confirmó que se debía a las señales de tormenta cuando vio con diversión que las orejas y el cabello amarillo se erizaban con el sonido del trueno, y soltó un par de risas cuando el nuevo relámpago hizo al pobre conejo gritar.
Sin embargo, luego de eso ya no lo vio, y curioso como era se acercó en busca del peculiar muchacho.
Pensó que el conejo se había ido, pero entonces notó que uno de los arbustos de los alrededores temblaba. Sus ojos se estrecharon con perspicacia. Ya sabía que ahí se ocultaba.
Lo que encontró sí que lo divirtió: el pobre chico yacía abrazado a sus rodillas y se cubría el rostro con las manos. Entre los dedos delgados asomaban sus ojos de mirar aterrado. La idea de que fuera él el culpable lo hizo sonreír aún más.
-¡N-No me comas!
La idea peculiar le pareció graciosa, porque debían de ser casi del mismo tamaño.
-¿Comerte? -de pronto se sentía juguetón-. Que maravillosa idea -se relamió los labios.
-¡N-Noo! ¡Agh!
Y así fue como el muchacho salió corriendo.
Desde entonces no iba a dejar de ponerle atención. Era demasiado particular como para quitarle los ojos de encima, y fue a partir de su observación constante que descubrió que al conejito le encantaba el café. También comenzó a sospechar que era debido al exceso de cafeína que el chico era un manojo de nervios.
Un día lo vio compartir su pacífica rutina con un grupo de 3 muchachos. A ellos sí que los conocía: Stan, Kyle y Erick Cartman. Los conocía porque se metían en problemas constantemente, y ese día Cartman trataba de involucrar a Tweek en su plan. Supo lo que Tweek respondería al haberlo observado por varios días.
-¡N-No puedo! -se sacudió con un tic-. ¡¿Qué tal si el rey me c-corta la cabeza?!
-Por eso vas a hacer que se enamore de ti, ¡duh! -el gordo replicó de vuelta.
-¡N-No hay manera! ¡Se dará cuenta de que no soy mujer! ¡Agh!
En vista de que se jalaba los cabellos con desesperación ante la idea, Cartman suspiró con lo que a Craig le pareció fastidio.
-¡Carajo, Tweek! ¿Hay manera de que dejes de ser tan marica? Como si fuera muy difícil -le restó importancia-. Yo mismo lo haré para demostrarte lo cobarde que eres.
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Marjorine en el País de las Maravillas.
FanfictionLos padres del pobre Butters desean castigarlo por escaparse de la reunión familiar que le hicieron luego de su terrible y aburrida primera comunión. Harto de los castigos injustos, los malos tratos de sus familiares y deseando escapar de su abuela...