Servicio para la reina.

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Butters salió de ahí, ligeramente mareado, tropezando con los arbustos y ramas que se encontraba de vez en cuando. Los latidos acelerados de su corazón no hacían más que empeorar su sensación de nauseas y abrumarlo al sumarse a su rápido respirar, de modo que tocándose el pecho, se terminó por recargar en uno de los árboles cercanos. Ahí trató de calmar su respiración, su corazón, todo, y ordenar las ideas que se arremolinaban caóticas dentro de su cabeza. ¿Se equivocaba, o las vidas de Clayde y Token dependían completamente de él? Los ojos se le humedecieron. No sabía decir cuál Eric era más malévolo, pero sí sabía que al menos en su mundo, la realidad era un freno para el chico. Se le salió un débil y diminuto quejido afligido cuando, en medio del sendero, le pareció escuchar otro quejido agudo, que ciertamente no le pertenecía. Levantó la mirada, pero no vio nada.

Con algo de precaución y de pronto curioso por qué habría sido eso, avanzó por el sendero, frotando sus nudillos. El corazón le latía con fuerza mientras buscaba entre los árboles algo que pudiera servir de explicación, hasta que vio movimiento en uno de los arbustos.

La respiración se le cortó cuando se imaginó que podría tratarse de algún animal peligroso, y de pronto, deseoso de deshacerse de esa inquietud, se acercó con cuidado hasta que pudo ver algo. De inmediato se arrepintió.

-¡Agh! ¡Cra-Craig!

-¡Aaaahhhhh! -salió corriendo de ahí lo más rápido que pudo. Por fin entendía por completo para qué quería Craig un lugar privado.

Corrió tanto como pudo, tratando de olvidar la bizarra escena con la que se había encontrado: Craig, encima, insertando aquello en Tweek. Antes no hubiera imaginado que eso se podía hacer entre hombres también y mientras eso y todo lo que había pasado antes regresaba con insistencia a su cabeza, pensaba que ese lugar era de locos, completamente absurdo.

Entonces una voz hizo que su atención se desviara nuevamente.

-¡Teehee! ¡Teeheehee!

Butters lo vio: una versión pequeña, semitransparente, sonriente y desnuda de Eric, con la única diferencia de que esta versión tenía el cabello ondulado. Era un pequeño Cupido, como pudo darse cuenta por las alas y las flechas. Era oficial: se acababa de volver completamente loco.

-Oh, no... -dijo con voz débil.

El pequeño volvió a reír por su reacción.

-¡Teehee! No debes tenerle miedo al amor, Marjorine. Es hermoso y está en todas partes.

-¡Tú no existes! ¡No eres real! -exclamó con desesperación, cubriéndose las orejas con las manos. La pequeña versión de Cartman volvió a reír.

-¡Claro que existo, tontita! ¡Existo al igual que el amor y todos los enamorados! ¡Todos tienen un amor! Tú también tienes uno.

Butters lo miró unos instantes, tratando de digerir todo eso.

-¿Entonces... eres real?

-Tan real como tú, tontita. ¡Teehee!

Butters volvió a frotarse los nudillos, que ya le empezaban a doler de tanto hacerlo. Entonces, finalmente, pensó en la primera frase de Cupido. ¿Temerle al amor? ¿Por qué lo decía? ¿Era por haberse asustado con él o era que lo había visto en su carrera para huir de la escena de Tweek y Craig? El pobre Tweek se veía tan ansioso como siempre. Se preguntó si todo aquello había sido a la fuerza.

-Ya que eres Cupido... debes saberlo todo sobre el amor, ¿cierto?

Cupido Cartman dio una voltereta alegre en el aire. Butters lo tomó como un sí.

-Dime... ¿Tweek está enamorado de Craig?

-¡Teehee! El pobre Tweek... Está perdidamente enamorado del gato sonriente Craig, pero es tan ansioso y tan asustadizo que a veces lo olvida. Le tiene miedo al amor, justo como tú, pequeña.

Marjorine en el País de las Maravillas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora