46. Monsters

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­A pesar de que seguía sus propias investigaciones, saltándose como 20 normas del protocolo de ética del periódico, no podía creer cómo es que todo había avanzado tan rápido en una sola semana.

Luego de verla partir del edificio aquel día, con el guardia detrás como si se tratara de un ladrón, no la había visto. Se hubiera presentado en su departamento si estuviera seguro que ella lo recibiría, pero tomando en cuenta que aquel día ella no hizo caso a sus llamados y, por el contrario, partió sin mirar atrás, prefirió enfocarse en lo importante: demostrar la inocencia de Ali y Alberto.

No obstante el tiempo lo había alcanzado pues ahora estaba a unos minutos de llevarse una audiencia con la Comisión de Justicia y los acusados, con la presencia del equipo jurídico.

La "investigación" daba casi ya por hecho que los acusados eran culpables, y aquella no era más que una reunión protocolaria para dejar en claro los alcances de lo que se avecinaba, en un vil intento de los ejecutivos de la empresa por deslindarse a quienes ya habían pesado y encontrado faltos de valor.

–Santiago, me pidió Cristina que te dijera que no es necesario que acudas a la junta de hoy.

Carla su secretaria se hizo presente nada más lo vio salir de la oficina. La ignoró deliberadamente y se fue directo al elevador.

Ali y Beto estarían ahí, y era necesario tener a una voz amiga de su lado –aunque ellos no lo vieran así-, pues se negaba a dar por perdida la batalla. Eran inocentes y no se les podía castigar por ello.

–Santiago...

–Cancela todos mis pendientes de la mañana. No quiero interrupciones hasta que regrese.

La chica se quedó turbada por el tono tan arisco en que le habló, pero poco le importó. Ahora tenía cosas más importantes en la cabeza y no debía llegar tarde. Además, ansiaba ver a Ali, no lo podía negar.

–Es todo, gracias.

Le dijo a su secretaria cuando la vio con intenciones de decirle más. Ella solo asintió en silencio y se regresó a su escritorio.

El elevador rápidamente lo transportó al piso en donde se preparaba la Comisión de Justicia, por lo que no le sorprendió encontrar a Cristina puntual, haciendo unas llamadas, quizá haciendo tiempo en lo que comenzaba la reunión.

Caminó firme hasta la oficina de puertas cristalinas en donde ya se veían personas. Esperaba ver a la morena de ojos pardos que tanto le encantaban, sin embargo, la desilusión le pegó de golpe al constatar que solo Alberto estaba ahí, metido totalmente en sus cavilaciones.

Hasta el fondo de la sala, del otro lado de la mesa, se encontraban los integrantes de la Comisión de Justicia, charlando en silencio y preparándose para la audiencia. También, frente a Beto –el cual le dedicó una escueta mirada- estaba un hombre a traje.

Se veía bastante joven aunque los lentes le daban un aspecto mayor. Con papeles en mano y un semblante totalmente profesional, intuyó de inmediato que él se trataba de un abogado, aunque no era de la empresa. ¿De quién entonces?

Alberto debió adivinar sus pensamientos pues en esta ocasión le dedicó una mirada más prolongada con intenciones de decirle algo. Se veía ojeroso y cansado, y sintió pena por él, no obstante, no tuvo tiempo de escucharlo ni de plantearse nada más, pues la poco oportuna interrupción de Cristina se hizo presente.

–Bien, caballeros y damas, ya estamos todos –cerró la puerta detrás de sí y se fue a sentar en algún punto de la inmensa mesa. En cuanto lo hizo volteó a todos lados– ¿En dónde está Alisa?

Aún te amoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora