65. Amores prohibidos

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Cuando bajé al restaurante del hotel ya varios se encontraban ahí. Antonio me hizo señas para que me sentase con él y el resto ahí, entre los que obviamente se encontraba Santiago.

En el camino inspeccioné el lugar y vi que mis abuelos, Hugo de la Mora, los padres de Emilia, y unos tíos más, se encontraban más al fondo, charlando muy quitados de la pena, por lo que a China mandé la sola posibilidad de irme a sentar con ellos ya que no tenían silla vacía.

–Si estás buscando a insufrible 1 e insufrible 2 te advierto que venían detrás de nosotras –Yeraldi llamó mi atención, refiriéndose a Lucero y Verónica–, así que si no quieres que una de ellas te gane el lugar toma asiento, o te tocará compartir con los más jóvenes mesa.

–No tendría problema con ello –repuse tomando asiento entre mi hermana y Antonio.

Este último me abrazó y me centré en eso para no poner atención de más en Santiago quien, delante de mí, lucía guapísimo con lentes de sol.

¿Qué me ocurría aquel día?

–¿Dormiste bien? –Me increpó mi amigo al instante.

–Me hubiera seguido de largo la verdad –bostecé involuntariamente.

–¿Y perderte de esto? –Emilia señaló a la entrada.

Lucero y Verónica acababan de entrar y justo observaban para nuestra mesa no tan contentas con haberse quedado sin lugar. Sin embargo, ello pareció no inhibirlas, o no al menos a la primera, ya que decidida se acercó hasta con nosotros, contoneándose como solo ella podía hacerlo, aprovechando el cuerpazo que podía lucir con tan diminuta ropa que se cargaba aquel día.

Escuché que Diana y Yeraldi soltaron una carcajada casi involuntaria.

–¿Habrá un espacio para mí? –Lucero habló para todos pero no despegó su mirada de Santiago.

–Estamos llenos –lo escuché responder al instante pero educado.

–¿No se podrá hacer algo? No quisiera estar con los "niños" –Insistió en tono de niña pequeña haciendo puchero.

Observé a Antonio y este alzó solo las cejas para darle un trago a su bebida en postura divertida. Sin duda alguna no debíamos subestimar las aptitudes de mi prima para lograr acostarse con Santiago.

–¿Aparecemos un lugar por arte de magia o qué? –Increpó mi hermana sin darle oportunidad a nadie más de hablar–, porque no veo cómo le puedas hacer. Para la otra levántate más temprano.

Lucero hizo otro puchero pero no hubo oportunidad de nada más.

–Alisa, nos contaba tu hermana que el año pasado viajaste a Perú –Diana, en un evidente deseo de dejar zanjado el tema del asiento o no extra para Lucero, habló fuerte y claro, desviando la atención de todos ahí hacia conmigo.

–Ah, sí... Se presentó la oportunidad.

–¡Genial! Me servirían quizá algunos consejos porque al final del año pretendo tomarme un gran periodo de vacaciones.

–Dependerá mucho en qué plan vayas. Buscar los mejores vuelos con varias conexiones, porque luego de la pandemia todo subió muchísimo. La verdad me ahorré demasiado porque me quedé en hostales.

–¡Aguanta! ¿Tú en hostales? –Me apuntó Yeraldi–. En definitiva Alisa Merino es otra.

–Me he hecho más aventurera –solté orgullosa lanzándole una mirada a Antonio–. De hecho, por quien pude ahorrar más fue por él –apunté a mi amigo–. Él se encargó de buscar el hospedaje.

Aún te amoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora