10. Santiago de la Mora

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Ahora que me encontraba en la privacidad de mi habitación me puse a pensar en lo que acababa de pasar hacía un rato con Santiago. Nos habíamos besado, tuvimos luego de ello una charla amena y luego de ello no pasó nada porque mi hermana, Tom y Emilia habían llegado a irrumpir el momento.

Yeraldi propuso tomarnos el tour que se llevaría a un viñedo cerca del complejo, donde se desarrollaría una degustación de vinos, por lo que ahora me encontraba preparando mi bolso para salir en cuanto antes debido a que en diez minutos salía el transporte.

-Estaba a punto de ir por ti –me dijo mi hermana que estaba desparramada en uno de los sillones con el celular en la mano.

-¿En dónde están Tom y Emilia? –Si bien tenía curiosidad por su paradero, lo cierto es que deseaba saber en dónde estaba Santiago.

Luego de que habían llegado a la cabaña, interrumpiendo el momento, nos apuraron para las actividades que se llevarían en el día. Ahora ya no lo veía en ningún lado.

-Afuera ya, probablemente besuqueándose ya... Santiago no sé, dijo que volvía enseguida; supongo que se fue a por sus cosas también.

Tal como lo vaticinó mi hermana, una vez salimos de la cabaña vimos cómo Tom y Emilia estaban en apasionado beso en el pórtico. Yeraldi les tuvo que gritar para que se separaran, ante las carcajadas de aquellos dos.

Los cuatro comenzamos caminar rumbo al autobús que llevaría a los interesados al viñedo. Pese a que ninguno pareció importarle la ausencia de Santiago yo traté de no verme obvia al buscarlo, pensando que nos alcanzaría como me dijo mi hermana, sin embargo, no lo vi en ningún lado.

-¿Qué ocurre, Ali? –Tom pasó una de sus manos por sobre mi hombro para hablarme con una ancha sonrisa-. Te noto distraída ¿todo bien?

-Sí, claro...

Fue lo único que pude decir, pues estaba segura que aquello no había sido más que Tom burlándose porque buscaba a Santiago.

A partir de ahí no dije nada y sin perder conversación de mis amigos, para no verme tan obvia, llegamos a nuestro destino y nos subimos. Nos sentamos mi hermana y yo detrás de Emilia y Tom, y aunque los tres seguían enfrascados en la conversación sobre la degustación de vinos, yo me entretuve en mi celular para dejar de pensar en Santiago de la Mora.

-Ahí estás, pensamos por un momento que no vendrías, hermano ¿verdad, Ali? –Tom llamó mi atención luego de un rato lo que me obligó ver a Santiago en el pasillo del autobús.

El ojiverde me miró con media sonrisa pero no dijo nada. Mi hermana y Emilia, detectando el comentario de Tom, no evitaron escrutarnos por lo que traté de mantener la misma postura para no evidenciar mi nerviosismo.

-¿Qué traes ahí? –Increpó mi hermana, el aludido se acercó a nosotras y me tendió un emparedado, traía dos consigo.

-No alcanzamos a comer y de algo nos servirá tener algo antes en el estómago si vamos a beber.

Me respondió a mí. Cuando lo tomé éste se fue a sentar delante de Tom y Emilia y comenzó a hablar con su primo. En todo aquel momento Yeraldi no había perdido pista de aquello.

-¿Me perdí de algo acaso, hermana? –Me susurró pícaramente.

Le di un codazo para que lo dejara olvidado y me concentré nuevamente en mi celular. Entre los mensajes puede ver claramente varios de Alexander que me pensé para abrir; lo cierto era que llevaba semanas evitándolo, sin embargo, y aunque no entendía muy bien qué acababa de pasar con Santiago, ahora tenía menor interés por tratar de justificar mis actos a con mi amigo de universidad.

Aún te amoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora