45. Lo que tenga que ser será

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­Había estado nerviosa sin razón alguna y ahora no me podía sentir más imbécil tomando en cuenta cómo es que se habían desarrollado los últimos acontecimientos.

Semanas eran lo que habían pasado desde que me había escapado a Sicilia con Mikkel, y lo cierto es que, aún con gira, nos supimos arreglar para poder seguir la relación que recién comenzábamos para el conocimiento de mis amigos, familia, y el resto del mundo entero al parecer.

Lo cierto es que desde que los había entrevistado no pasé desapercibida por los medios, no obstante, fue precisamente la escapada a Sicilia lo que originó que todos los noticieros de espectáculos cuchichearan sobre la nueva relación de Mikkel. Nos habían sacado un par de fotografías en el pueblo y se habían hecho tan virales, que ya me había acostumbrado a ser fotografiada cuando él estaba en la ciudad para verme.

Me convertí por unos días en la comidilla de muchos, sobre todo de aquellos quienes buscaban desesperados saber quién era la mujer que "había atrapado" al gran Mikkel Febvre, que para este punto ya me había desensibilizado a ello, pues simplemente los ignoraba.

Mikkel era encantador. Era todo lo que cualquier mujer pudiera desear y más, que tanta perfección parecía surreal, por lo que lo demás carecía de significado cuando la pasaba de maravilla con él.

–Aquí tienes, preciosa.

Mikkel apareció radiante frente a mí para darme una cerveza y sacarme de mi ensoñación. Él traía una para él y tras chocarla levemente con la mía, los dos le dimos un trago, y nos dedicamos a observar la escena que se desarrollaba frente a nosotros.

Mi hermana había organizado una comida para los amigos, ya que consiguió una venta importante de algo que estaban desarrollando, por lo que llevábamos parte de la tarde disfrutando de rica comida, buena música y excelente compañía.

La banda de Mikkel había acabado con un tour de fechas y tenía libres un par de días, los cuales no tuvo reparo en venir a pasarlos conmigo en México para mi fortuna. Por ello, cuando le planteé la comida de Yeraldi, se mostró maravillado con la idea de poder pasar tiempo con mi familia y amigos.

–La lengua me sigue ardiendo por lo que me dio a comer Emilia hace rato... –me soltó con una falsa acusación, adornando su angelical rostro con una radiante sonrisa–. Una lástima que no tengamos en Francia un equivalente a esa salsa que me dio a probar, si no, me la cobraría.

Reí por la confianza en que se expresaba de mi mejor amiga. Si bien había sido un poco intempestivo el hecho de que ambos empezáramos a salir, lo cierto es que de todos mis conocidos o amigos la más encantada con esto era Emilia, y eso había ocasionado que entre ambos se generara una buena camaradería.

–Cómete esto o no se te pasará... –Tom, quien también estaba invitado a la fiesta, llegó con un poco de pan que Mikkel aceptó agradecido–. ¿Y en dónde está la causante de todo esto?

–Seguramente discutiendo con Deus...

Las palabras se me salieron antes de que las pudiera pensar con claridad, aunque tampoco hubieran hecho mucha diferencia si las hubiera omitido, pues para Tom no era novedad que Amadeus y mi amiga tenían problemas. Ello quedó asentado aquella tarde por más de alguno, pues el tatuado, molesto para no variar por algo, se adentró en una discusión con Emilia en la cocina, que al final se vieron obligados a salir del departamento para no armar tremendo escándalo.

–¡Cuñado! –Oportunamente llegó mi hermana a salvar la situación, venía del brazo de Jamie y con los ojos brillosos, señal de que había estado bebiendo–. ¿Cómo te están tratando?

Aún te amoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora