16. Caminos

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Desde que salió del elevador escuchó conversaciones varias y un par de sonoras carcajadas. Llegaba tarde y lo sabía, sin embargo, temía encontrarse con Santiago.

Había pasado casi una semana de lo ocurrido y aunque el ojiverde trató de buscarla un par de veces más, ella se las había ingeniado para no pararse incluso en la oficina, pues gustosa había aceptado una serie de reportajes a una organización de skate con la que se la pasó prácticamente toda la semana fuera.

Ahora, ante lo inevitable, Ali se dirigía a su departamento esperando no llamar la atención y que todos estuvieran ya ahí. Emilia se había propuesto llevar a cabo una comida entre amigos, por lo que no le sorprendió que el mayor del de la Mora estuviera invitado.

No sabía qué podía pasar en vista de que los últimos días se encargó de responder escuetamente sus mensajes. Seguía dolida y enojada, pero le apenaba también su actitud tomando en cuenta que tarde o temprano se encontrarían cara a cara.

-¡Vaya! Ya creí que serían dos los que nos quedarían mal este día...

Emilia la recibió con un toque de dramatismo que le hizo repasar casi de manera en automático a todos los presentes ahí; Santiago no se encontraba entre los rostros que observó.

-Perdonen, quise avanzar en algo para tener libre mañana temprano –se excusó al tiempo en que dejaba sus cosas en el recibidor-, pero traje una excelente botella de vino para que olviden el retraso.

Entre las exclamaciones de alegría por el obsequio, se dirigió directo a la cocina para dejar la botella.

-¿Entonces soy la última en llegar? –Preguntó para constatar lo que ya sabía.

-A Santiasco para variar le salió trabajo –Yeraldi le habló desde la sala-. Si sigue así desaparecerá, creo que el otro día que lo vi tenía ojeras.

-Concuerdo –replicó Beto en algún punto de la habitación-. Lo he visto en las juntas y parece cansado, creemos que maneja demasiadas cosas.

-Y no son sus temporadas más pesadas –convino Tom-. Pero de seguir así será tiempo de otra intervención.

A Ali aquello le causó ruido por lo que, desde la barra para desayunar, preguntó a qué se refería con profundo interés y preocupación.

-Ha ido a parar un par de veces al hospital por sobrecargarse, y estos patrones se han visto en otras ocasiones, pasa regularmente cuando está con demasiado estrés encima.

Volteó casi de manera inconsciente a su celular. Los últimos mensajes, que por cierto no había respondido, eran de hacía un día. Se mordió el labio un tanto preocupada, sin embargo, no tuvo tiempo de pensar en nada más pues en aquel momento el susodicho hizo acto de presencia.

-¿Quién tiene demasiado estrés encima?

Con traje, pero la corbata deshecha ya, entró con una botella de vino en la mano y una bolsa de papel con demás cosas.

-¡Vaya! A ti sí que te encanta en verdad dar sustos y hacer entradas dramáticas –le dijo Emilia acercándose para abrazarlo a modo de saludo y de paso quitarle la bolsa con víveres-. Creímos que no llegarías por tus mensajes.

-Lo que dije fue que me salió algo y que me tardaría más de lo pensado, no que no vendría –corrigió de inmediato. Hasta ese momento no había reparado en Ali quien no le quitaba la mirada de encima.

-Bueno, hombre, pero tratándose de ti, todo se puede esperar –lo estrechó Tom-. Al menos llegaste con provisiones suficientes –sonrió al quitarle la botella de vino.

Aún te amoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora