44. Sicilia

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­–En verdad voy a matar a Emilia por convencerte de tal estupidez. ¡¿Acaso estás idiota, Alisa?!

El regaño de Yeraldi, del otro lado de la bocina, llegó con bastante ímpetu. La verdad es que una vez que acepté la invitación de Mikkel poco tiempo hubo para lo demás, pues hice mi maleta y en menos de lo pensado ya me había internado en un viaje de alrededor de 18 horas para Italia.

Cuando salimos de mi departamento solo me dio tiempo de textear algo breve a los abuelos y a Yeraldi y luego de ello me desconecté hasta que no pisé tierras europeas, en donde mi hermana no perdió oportunidad para reclamarme por mi arrebato.

Justo en aquel momento bajaba del avión en una parte privada del aeropuerto, en donde pude ver a distancia cómo una camioneta ya nos esperaba.

Mikkel se había adelantado para darle algunas indicaciones al personal que ya lo esperaba, mientras que yo me dediqué a responder la llamada de mi hermana menor ya que intuía que no estaría nada tranquila.

–Vamos, no es para tanto –traté de restarle importancia, aunque entendía su actitud. Mi yo del pasado jamás lo hubiera hecho.

– ¡Hazme el favor! –Se escuchó molesta del otro lado-. Tú y Emilia están imbéciles, son tal para cual...

Me dolieron sus palabras porque ni siquiera de la abuela había recibido aquel trato.

–Mikkel se ha comportado estupendamente, además, quería hacer esto. Lo necesitaba.

Hasta que no dije aquello último escuché que se calmó. Dijo un par de palabras, por lo que intuí a Jamie, y luego resopló cansada.

–Al menos parece ser el sujeto decente y encantador que nos ha mostrado todo este tiempo –admitió-. Solo que no me agrada nada de esto, tú no eres así...

–Pues quizá sí, Yeraldi –respondí a la defensiva al tiempo en que entregaba mi maleta a una persona que se me había acercado para ayudarme.

–Es el pendejo de Santiago quien te está obligando a hacer todo esto, a mí no me engañas.

–Vamos, dame más crédito, hermana. Mikkel me gusta. ¿Qué tiene de malo que me salga a divertir? Creo que se me permite ser todo lo irracional que quiera por una vez en la vida.

Mikkel venía en mi dirección con su resplandeciente sonrisa, no obstante, al verme un tanto alterada al teléfono el gesto disminuyó y, para darme privacidad, fingió charlar con el personal a su alrededor que ya nos esperaba para movilizarnos.

Era todo un caballero y adoraba eso de él.

–Vale, vale, perdona, me pasé de imbécil también, supongo que Santiasco me puso de mal humor, el pendejo me marcó para preguntar por ti hace rato.

– ¿Y cómo por qué? –Aquello me descolocó.

–Ni pinche idea. El pocos huevos se ha de sentir culpable por la suspensión porque no perdió oportunidad para preguntarme indirectamente por ti –se rio–, supongo que Tom no le ha de decir nada y a Emilia ni ha de querer parársele enfrente.

–...

–Tranquila, no te claves. Estás en Italia, con un sensual francés que está loco por ti. Disfruta y disfrútalo. Solo no te desaparezcas así como así por favor, avísanos cómo vas.

–Gracias, Yeraldi.

–Te quiero, idiota –sonreí y colgamos.

Pensando en porqué Santiago habría preguntado por mí con mi hermana, sin quererlo revisé mi móvil esperando tener alguna llamada suya, y como no fue así, traté de desentenderme justo al tiempo en que Mikkel, endemoniadamente atractivo con sus gafas de sol, se me acercaba con una ancha sonrisa.

Aún te amoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora