69. Si tú quieres

89 10 15
                                    

No fueron una, sino varias canciones las que me tuve que quedar en el escenario con algunos tíos y primos, que sin pensarlo así se me fue el resto del tiempo que me quedaba en Varadero.

Claro que mentía si decía que no había disfrutado del rato en el escenario con la familia, no obstante, mi corazón se encontraba encogido por la inminente partida y por el hecho de que ya no había tiempo para conversaciones, ni mucho menos para despedidas.

No me despediría de Santiago y me generó una contradicción inmensa.

–Disfruten la noche –habían sido mis palabras poco antes de bajar del escenario y pasarle el micrófono a alguien más.

Los aplausos no se hicieron esperar de las parejas que estaban en la pista y del resto de invitados en las mesas. Y en lo que se entonaba la siguiente canción no evité buscarlo con la mirada.

En nuestra mesa no se encontraba, así que no le vi sentido dirigirme para allá.

–A quien buscas se encuentra en el balcón con Tom y Diana –Alberto me susurró de paso. Cuando lo observé alejarse se giró solo para guiñarme un ojo.

Tenía razón. Santiago estaba del otro lado del salón charlando con su primo y mejor amiga de forma despreocupada, aunque él se veía abstraído en sus pensamientos.

Quizá después de todo sí ya era tarde para nosotros por el simple hecho de que nuestro tiempo había acabado hacía mucho. Los ojos me picaron, fruto del llanto que se avecinaba.

Todo me tenía muy sensible.

–Preciosa ¿estás lista? –Antonio llegó del otro lado sacándome de mi ensoñación– ya corroboré los datos del vuelo y te pedí el taxi con los del hotel, calculo que tendrás unos 25 minutos para armar tu maleta si quieres llegar a tiempo.

Tardé en responder.

–¿Ali? –Insistió buscándome la mirada.

–Sí, perdona. ¿En dónde están mis abuelos?

–Se salieron junto con Yeraldi, te esperan de hecho, y Emilia se adelantó a tu habitación para ayudarte con la maleta.

–Bien...

Observé una última vez a Santiago y se me hizo un nudo en la garganta. Él seguía conversando tranquilamente y yo en cambio tragué con dificultad para después soltar una gran bocanada de aire.

Quizá en otra ocasión, pensé con tristeza y me desentendí de todo, incluso de la mirada de Antonio a mi lado que de seguro había presenciado mi despedida silenciosa.

...

El avión estaba a minutos de su despegue y aunque ya les habían pedido apagar sus teléfonos, miró una última vez su celular. No lo quería admitir, pero su corazón deseaba una llamada o un mensaje de él, incluso se descubrió a sí misma observando por la ventana más de alguna vez, esperando verlo en la pista.

Rio casi sin percibirlo por lo idiota de sus pensamientos. Era como si se supiera en una película, de esas románticas que pasaban en la televisión los fines de semana y que se entretenía viendo con Emilia cuando eran más jóvenes.

Secretamente esperaba que, justo como el chico lo hacía en las películas, Santiago apareciera, quizá con algún letrero, solo para confesarle su amor y así, ante la mirada de todos ahí, bajarse y recibir una gran declaración de amor que se sellaría con un beso ante los aplausos de todos los demás.

¿Cómo podría ser ello? ¿Sería posible ver a Santiago con carteles que le mostraría por la ventana? ¿Llegaría con una grabadora de esas antiguas? ¿Cantaría una canción con los guardias persiguiéndolo detrás?

Aún te amoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora