Capítulo 11- Un oscuro mal

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        “El Bannorn no se inclinará simplemente porque vos lo deseéis.” El bann Teagan Guerrin desafiando al teyrn Loghain.

                Mentiría con descaro si dijera que no me preocupaba lo que podíamos encontrar en el castillo de Risco Rojo y cuál sería el destino de Teagan al aceptar los términos planteados por lady Isolda. No terminaba de confiar demasiado en ella. Era obvio que nos estábamos acercando a una trampa. La arlesa mencionó a un mago al que habían apresado, un agente infiltrado por Loghain para acabar, sin duda, con la amenaza que Eamon y sus apoyos suponían para su plan de mantenerse en el poder como regente. Morrigan era sabedora de muchas artes antiguas y se prestó a acompañarnos con el fin de saber qué mal atormentaba la ciudad. Alistair no admitía de ninguna manera el quedarse atrás. Confiar la defensa de Risco Rojo, por si ocurría cualquier contratiempo, a Leliana, Sten y mi fiel can de guerra era el paso natural. Los tres defenderían la ciudad con fiereza y aliviarían el pesar y el miedo de sus habitantes ante la posibilidad desconocida de otro ataque.

                Cuando usé el sello de los Guerrin para abrir el pasadizo un manto de humedad nos cubrió. Los sótanos, fríos y oscuros, estaban excavados en la piedra. El goteo incesante y resbaladizo de las paredes nos acompañaba en nuestra marcha. Caminábamos con cautela, sumidos en la negrura hasta que nuestros ojos se acostumbraron. No se trataba de ningún laberinto, de ningún truco para alejar visitas indeseadas, sino que era un camino directo y oculto desde la ciudad hasta las mazmorras de la fortaleza del arl, donde encontramos la primera pieza de aquel desconcertante rompecabezas. Un hombre se aferraba a los barrotes de una de las celdas con desesperación y miedo en sus ojos. Tenía los cabellos sucios, oscuros y revueltos y su túnica estaba manchada de herrumbre y humedad.

                - ¡Por favor, sacadme de aquí, por piedad! Cometí un error muy grave, pero no he hecho eso que dicen que he hecho, yo solo quería que las cosas fueran mejor. Loghain me prometió que las cosas irían mejor para los magos, pero… ¡Yo no quería esto!

                - Envenenas a Eamon, invocas un demonio que secuestra al hijo del arl y atacas Risco Rojo con un ejército de muertos vivientes… Veamos… Creo que estás justito donde debes estar. – se puso a enumerar Alistair con exagerada elocuencia.

                - ¡Yo no invoqué a ese demonio, fue el chaval!

                - ¿Connor? ¡Imposible!

                - La señora Isolda me contrató para educar a su hijo. Mi nombre es Jowan. Connor dio señales de talentos mágicos, pero su madre se resistía a mandarle al Círculo y no la culpo. Me pidió que ayudara en secreto al muchacho, ¡él ha sido quien ha rasgado el Velo!

                - ¿Es posible eso, Morrigan?- pregunté

                - Puede ser. Con un talento mágico sin descubrir o sin encauzar como es debido pueden darse estallidos incontrolados o rasgones involuntarios en el Velo. Quizá ese niño tiene un poder que ni siquiera él puede llegar a comprender y, en una situación desesperada, puede usarlo y provocar algo como lo ocurrido ayer.

                - ¿Entonces Connor puede haber causado todo esto? Por el Hálito del Hacedor, pobre muchacho…

                Alistair parecía más preocupado que enfadado, anteponiendo la seguridad de Connor a su animadversión por la magia de sangre.

                - Sabía que la arlesa nos estaba mintiendo, de ahí su insistencia de que Teagan fuera solo. Le ha llevado directamente a lo que quería el demonio.

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