“Los espíritus observan a través del Velo un mundo que no pueden entender y aquellos que codician lo que ven se convierten en demonios.” Extracto de “Disertación sobre el Velo” de Mareno, Gran Encantador del Círculo de Minrathous.
Esperaba encontrar gritos y violencia, un campo de batalla abierto lleno de sudor y sangre, pero, en lugar de eso solo hallé un silencio sepulcral. Los pasillos estaban vacíos de vida, solo los cadáveres de algunos magos y templarios yacían grotescamente tirados en el suelo, algunos con evidentes signos de haberse resistido, otros como si hubieran caído en un sueño mortal del que jamás despertarían. Hubiera vuelto atrás, sin pensarlo, el miedo de lo desconocido se me hacía insoportable. Nunca había temido a la magia, pero de lejos, nada es digno de miedo pues no ves en que pueda dañarte. La magia, como cualquier otro arma puede sesgar vidas inocentes en las manos equivocadas.
Podía observar los rostros blancos y descompuestos de mis dos compañeros. Leliana rezaba en voz baja por las almas de aquellos que habían caído en aquel frío pasillo, Alistair solo invocaba el nombre del Hacedor con desesperación y pesar. Hubiera llorado y gritado, pero mi cuerpo no me obedecía, solo pude ahogar las ganas en un ligero mareo. Los ojos me escocían y notaba la sangre y el calor agolpándose en mis carrillos.
- Deberíamos movernos e intentar rescatar a los que queden vivos.- nos jaleó Alistair.
Leliana y yo asentimos en silencio y seguimos al Guarda. Las estancias comunes de los estudiantes no se habían librado de la cruenta lucha. Los pobres alumnos habían pagado con su vida, los cadáveres, algunos bañados en su propia sangre, otros calcinados, como los muebles y las cortinas. Los cuerpos de los templarios que les acompañaban, si bien más escasos, no estaban exentos de atrocidades. Mi alma se estremeció cuando vi el cuerpo de un soldado armado intentando proteger a un niño. Ambos, inmóviles, sin vida, estaban agazapados en una esquina. La fría garra de la muerte se había extendido y campaba a sus anchas por aquel lugar, sin hacer distinciones y sin ninguna piedad. Atravesamos los pasillos para subir a un piso superior con nuestros corazones encogidos por la angustia.
Una gran antesala se abría ante nosotros y un extraño estruendo similar al crepitar del fuego rompió el silencio. Un demonio de la cólera, con su cuerpo hecho de una masa grotesca de brasas incandescentes se dirigía hacia nosotros, abrasando el suelo por donde pisaba. Agarré con fuerza mi espada, pero una voz vagamente familiar me detuvo desde el otro lado de la sala. Un hechizo espiritual envolvió al demonio, que se retorcía de dolor. Un ataque y otro más acabaron por enfriar su cuerpo que cayó al suelo, rompiéndose en polvo y ceniza. Una maga anciana, de cabellos plateados mantenía su bastón en guardia entre la penumbra. Con ella estaban dos jóvenes, sin duda estudiantes de las categorías más superiores, y cinco niños asustados, todos juntos, como los pequeños de la camada de una loba que se ocultan tras la fortaleza de su madre.
- ¡¡Alto!! No me importa quienes seáis, os fulminaré si os acercáis a los niños. – nos gritó con desesperada autoridad.
- ¿Wynne? – pregunté casi sin dar crédito a la voz que escuchaban mis oídos.
- ¿Lady Cousland? ¿Alistair? ¿Qué hacéis aquí? ¿Os han dejado entrar los templarios?
- También nos alegramos de verte, Wynne…- intervino Alistair con sarcasmo.
- Lo siento. Supongo que no es momento de buenos modales. Han bloqueado las puertas y no podemos salir. Arriba, las abominaciones y los demonios han controlado cada rincón de la torre, solo pude sacar a los niños y traerlos hasta aquí, pero, por mucho que insisto, no les abren la puerta. Me temo lo peor… Creen que el Círculo está perdido, ¿verdad? – había gran pesar en su voz.
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Cousland
FanfictionLa llaman Heroína de Ferelden pero más allá de la leyenda está la mujer, la hija, la Guarda, la guerrera... Ésta es la historia de Lady Cousland, una historia de valor, honor y sacrificio en la convulsa Era del Dragón.