Capítulo 18 - Encantamientos

92 8 14
                                    

                "¿Estás segura de que no te interesa este sombrero? ¿Un par de pendientes quizá? ¿O un cuchillo de queso?" Bodahn Feddic, comerciante.

 

                Elora y Wynne resultaron dos buenas compañeras de viaje. La joven era alegre y desenfadada y siempre tenía un comentario ingenioso listo para ser disparado. Alistair estaba encantado teniendo a otra gran gourmet de los quesos orlesianos en el grupo. Wynne, seria y prudente, pero envuelta en una dulzura maternal, era todo lo contrario a su pupila. Sus conversaciones eran interesantes y cargadas de vivencias intensas y gran sabiduría. Dos días de viaje nos separaban de Risco Rojo y, durante el día, el viaje era casi un placer, no así por la noche...

                El frío se colaba por mis huesos pero no provenía de fuera, sino de algún lugar donde los sueños y la realidad se fundían. Solía ser el preludio de los susurros, esos susurros que casi había olvidado. Resucitaron de alguna forma y la amenaza de Pereza parecía hacerse realidad. Allí estaba el Archidemonio, atormentando mi descanso, llamándome como a uno de los suyos. Mi mente se esforzaba en salir de allí y, cuanto más luchaba, más se retorcía de miedo. Desperté empapada en un sudor helado. Leliana dormía profundamente a mi lado en la tienda, su respiración era tranquila y su cabello pelirrojo le cubría el rostro. Me envolví en la manta que me cubría y salí fuera para despejar mi cabeza.

                Alistair estaba en su guardia, sentado junto al fuego. Su cabello rubio brillaba con la luz rojiza de las llamas. Las luces trazaban caprichosas formas en su rostro, alargando la sombra de su bien formada nariz. A veces, cerraba los ojos y escuchaba el crepitar del fuego. Su espada estaba clavada en el blando suelo descansando después de la pesadilla del Círculo. Alistair parecía un paladín de los que se encuentran en los libros, de esos cuyas valientes gestas se les cuentan a los niños para que su sueño sea plácido y tranquilo. Me quedé allí de pie, observando, sin decir nada, o bien hipnotizada por la danza del fuego en los pliegues de su rostro, de sus manos y de la pesada armadura de placas que portaba o quizá, simplemente, embelesada. Advirtió mi presencia con una sonrisa y me pidió que me sentara a su lado. Así lo hice y me ayudó a acomodarme la manta.

                - La guardia acaba de mejorar bastante, pero me preocupa que estés despierta. ¿Algún mal sueño?

                - Sabes que sí...

                - Casi agradezco la vigilia, si te soy sincero. También han vuelto los sueños, aunque sean menos intensos que los tuyos.

                - ¿Será un truco de Pereza? ¿Puede hacer eso?

                - No lo creo, pero nuestra visita al Velo tiene algo que ver. Por la mañana deberíamos preguntarle a Wynne. No temas por la amenaza de Pereza, eso solo lo dijo para asustarte.

                - Lo ha conseguido.

                - ¡¿La gran lady Cousland, dama entre las damas, guerrera fiera, asustada?! Entonces yo también debería asustarme.

                - ¡No seas idiota! – le reñí con una carcajada.

                Me tapé la boca con la mano para no despertar a los demás. Alistair volvió a sonreírme.

                - ¿Eras feliz en el Velo? ¿De verdad tienes una hermana?

                - Sí, era feliz y, sí, tengo una hermana. Al menos es hermana por parte de madre. Todo era cierto: su nombre es Goldanna y vive en Denerim. Ignoro si tengo sobrinos o si ella se parece a mí. Me gustaría saberlo.- suspiró, con algo de tristeza en sus ojos.

CouslandDonde viven las historias. Descúbrelo ahora